Al reflexionar este año sobre el escuchar, especialmente en el contexto de la oración (el tema de este mes), me acuerdo de una historia de hace unos años.
Fue un día en que yo tenía mucho que hacer en preparación para mi viaje: lecciones a repasar, llamadas por hacer, correos para responder, etc. Como vivía en el sótano de la casa de mi hermana y su familia, podía hacer muchas cosas sin tener que subir al otro piso, pero tocaba subir para almorzar, hacer diligencias, etc.
Cada vez que subo, Kadesh, mi sobrino, me saludaba y venía corriendo para que le cargara, para que jugáramos, o, por lo menos, para ver lo que estaba haciendo y acompañarme en la actividad. Mejor aun cuando le bajaba al sótano conmigo y podía jugar abajo por un tiempo.
En ese día en particular, yo había subido y bajado ya varias veces y al volver al sótano por la tarde, él ya no aceptó la respuesta, “Tía M tiene que trabajar.” Lloró en la puerta arriba de la escalera como solía hacer, pero esta vez también empezó a pegar la puerta. Fue como quería decir, “¡Sé que estás abajo! ¡Ven a buscarme!”
Dejó de pegar la puerta después de unos minutos y pensé que ya estaba bien. Para nada. Después de un tiempito, volvió a la puerta y empezó nuevamente a pegarla como para decir, “Sé que sigues allí… no me he olvidado. ¡Ven a buscarme!”
Sentí una mezcla de emociones con cada pegada de la puerta. Me sentí feliz escuchar su expresión de amor, pero triste que no le pude atender en ese momento (mi cuñado tenía todo bajo control arriba).
Al reflexionar sobre el pedido de mi sobrino por mi atención, me pregunté si fuera mejor la comparación ver a Dios tocando la puerta pidiendo mi atención o yo pegándole la puerta de Dios pidiendo Su atención a mi manera y de inmediato. Aprovechando las dos comparaciones, te animo a tomar un tiempo para dedicarle a Dios un tiempo con toda tu atención esta semana. Puede que tienes a un hijo, una amiga, o una necesidad urgente que te están tocando la puerta también, demandando tu atención, pero le pido a Dios que puedas apartar esas distracciones por un momento, darle a Dios tu atención completa y decirle, “Gracias por saber que sigo aquí abajo y por siempre querer pasar tiempo conmigo.”
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