Dios nos amó al enviar a su Hijo (Juan 3:16).
Y Jesús personificó ese amor para con nosotros al humillarse (Fil. 2:5-11). El Rey de reyes, igual a Dios, tomó la forma de bebé, lo más vulnerable que uno puede ser, y todo para la gloria del Padre.
Se sujetó a la voluntad de su Padre y se hizo obediente a la muerte, hasta muerte de cruz. Fue el momento más doloroso de Su vida, separado del Padre, con todo nuestro pecado encima.
Y Jesús nos amó al tomar la forma de siervo – lavó los pies de Sus discípulos (Juan 13) y les enseñó con mucha paciencia, dejándonos un ejemplo a seguir (1 Pedro 2:21).
El amor no busca lo suyo. Jesucristo nos dio el mejor ejemplo de un amor humilde y no egoísta.
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El amor humilde que no busca lo suyo
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