Cuando mi papá primero presentó a mi mamá a sus padres adoptivos, le aconsejaron a que no la soltara. Desde ese momento en adelante, mi mamá desarolló una buena relación con los suegros.
Y cuando mi papá conoció a los padres de mi mamá, observó a la posible suegra como indicación de cómo sería su esposa futura. Contento con lo que vio, le pidió la mano de mi mamá en matrimonio en ese mismo viaje.
Los suegros puede ser complicados. Combinar dos familias que han hecho las cosas de formas distintas es un desafío que enfrenta toda pareja.
Tengo amigos que se maravillan de la familia con la cual se casó. Otros pasan más tiempo frustrados que bendecidos, pero es parte del paquete del matrimonio.
Moisés estaba a punto de rendirse. Se le pesaron mucho las responsabilidades como líder de los israelitas y le abrumaron los pedidos por su tiempo, consejos, y atención. Pero Dios le bendijo con un buen suegro que le ofreció unos consejos sabios en Éxodo 18.
Moisés se encargó de informar al pueblo de todos los decretos y instrucciones de Dios cada vez que le vinieron para pedir la voluntad de Dios. Moisés no pudo atender a los miles de personas que le vinieron. Le era imposible.
Entonces, siguió el consejo de su suegro, Jetro, y escogió a hombres capaces que pudo entrenar como líderes, oficiales, y jueces para el pueblo. Llevaron los casos más complicados a Moisés – una situación mucho más manejable.
Moisés le había introducido a Jetro a Dios y luego, Jetro fue él que pidió la sabiduría de Dios para aconsejar a Moisés y aliviar su estrés.
Jesús siguió el mismo patrón de entrenar a unos para suplir las necesidades de los muchos. No estaríamos aquí hoy día si no fuera por los doce discípulos.
Tanto Moisés como Jesús entendieron el concepto de multiplicación y buscaron entrenar a otros para cumplir con su trabajo – preparar a otros para informarles de las instrucciones de Dios.
¿A quién estás entrenando en la instrucción de Dios?