El fin de semana antes de la Pascua, estuve en Atlanta para el desayuno del “grupo de mujeres de crecimiento en línea.” Como cien mujeres se reunieron para unas horas de ánimo, comunión y enseñanza.
En camino de vuelta a la casas de mis amigos, hicimos una parada en dos tiendas de comida especial (Whole Foods y Sprouts). Esas tiendas no existen en Searcy, donde vivo, y aunque hay una en Little Rock (a una hora), casi nunca tiene la comida que más estoy buscando.
En Sprouts ese día, me sentí como si la sonrisa de Dios fuera exclusivamente para mí – afirmando su provisión al cumplir con mis necesidades sobre las restricciones dietéticas. Llevaba meses sin conseguir mucha de la comida básica que necesito y casi toda estuvo en la tienda de Sprouts ese día y en oferta. Sonreí de oreja a oreja al llenar mi carrito, dándome cuenta de que debería haber buscado el carrito más grande – una demostración de mi falta de fe en poder suplir mis necesidades.
Brincando de alegría después de las compras, di muchas gracias a Dios varias veces por su provisión. Y luego, no podía dejar de compartir las buenas nuevas de las compras con todos. Mandé mensajes de texto a amigos y a mi familia, y hasta lo mencioné en la clase dominical que enseñé para las mujeres en la Iglesia de Cristo Grace Chapel la próxima mañana. No pude amortiguar mi gozo. Me siguieron el ánimo y el alivio de haber encontrado mucha comida necesaria.
¿Alguna vez has experimentado algo de que no puedes dejar de hablar – algo que fue tan emocionante, de tanta bendición que te sentiste obligada de compartirlo con otros?
Los discípulos sí. Y no les importó como reaccionaron otros a las noticias. El poder de la resurrección nos impulsa a compartir las buenas nuevas de esperanza que sólo viene por Cristo. Pedro y Juan lo dijeron claramente cuando fueron perseguidos por haber sanado a un cojo y hablado de la resurrección.
Nosotros no podemos dejar de hablar de lo que hemos visto y oído (Hechos 4:20).
No podían callarse. Las noticias eran tan buenas y tan transformadoras para quedarse en silencio. Y no se trató de los hombres, sino del mensaje que compartieron y él con quien habían pasado su tiempo.
Por esa misma razón, me fascina un versículo anterior en Hechos 4. El versículo 13 dice, “Los gobernantes, al ver la osadía con que hablaban Pedro y Juan, y al darse cuenta de que eran gente sin estudios ni preparación, quedaron asombrados y reconocieron que habían estado con Jesús” (Hechos 4:13).
El desafío para ti hoy es el siguiente:
¿Se nota cuando has estado con Jesús?
¿Estás tan llena de la esperanza y el amor de las buenas nuevas de la resurrección que no puedes dejar de hablar sobre ella con otros?