Escrito por Ana Cardoso, voluntaria del Ministerio Hermana Rosa de Hierro en Ecuador
La Palabra de Dios dice: “Porque el Señor es bueno, su gran amor perdura para siempre y su fidelidad permanece por todas las generaciones” (Sal 100:5 NVI).
Actualmente, el concepto de amor está totalmente distorsionado por el mundo, en comparación con el amor que Dios nos enseña. El amor que aprendemos del mundo se basa en la ley de dar y recibir, en la que para recibir, es necesario dar. A menudo, los cristianos seguimos este patrón.
El amor de Dios es eterno, fiel e incomparable. Muchas veces en mi vida he llegado a dudar del amor de Dios, pensando que por haber cedido al pecado, Dios ya no me amaría y que tal vez estaba cansado de mis excusas, pero he aprendido a lo largo de estos diecinueve años que la fidelidad de Dios nunca termina. Él me ama y nunca me falla. Pero incluso sabiendo esto, continúo cometiendo errores. Sin embargo, Él continúa amándome y enseñándome acerca de Su fidelidad infinita. A menudo me comparo con el pueblo de Israel, que desobedeció a Dios una y otra vez, y veo que Dios permaneció fiel a los israelitas, y todavía lo hace con nosotros hasta el día de hoy.
El Señor te ama y quería cumplir su juramento a tus antepasados; por eso te rescató de la esclavitud, del poder del faraón, el rey de Egipto, y te sacó con gran despliegue de fuerza. Por tanto, reconoce que el Señor tu Dios es el único Dios, el Dios fiel, que cumple su pacto por mil generaciones y muestra su fiel amor a quienes lo aman y obedecen sus mandamientos. (Dt 7:8-9)
Si, como yo, sientes que Dios ya no está dispuesto a perdonarte por los pecados que has cometido, recuerda lo que dijo Juan: “Si confesamos nuestros pecados, Dios, que es fiel y justo, nos los perdonará y nos limpiará de toda maldad” (1Jn 1:9). Esta es una de las promesas que Dios nos hizo; sólo tenemos que confesar nuestro pecado y creer en la Palabra.
En 2023, estuve en un programa de capacitación para jóvenes misioneros y, al final del año, descubrí que mi campo misionero estaría en otro país. En ese momento no tenía un solo dólar ahorrado para comprar el boleto. Fue en ese momento que vi que Dios nunca me abandonó y permaneció fiel, aunque no lo mereciera. Había días en los que dejaba que la desesperación me venciera y no recordaba quién estaba de mi lado. Fue una experiencia única donde pude tener el placer de ver el poder de Dios. Como dije, fallé con mi fidelidad, pero Dios nunca ha fallado y nunca fallará.
Este mensaje es digno de crédito: Si morimos con él, también viviremos con él; si resistimos, también reinaremos con él. Si lo negamos, también él nos negará; si somos infieles, él sigue siendo fiel, ya que no puede negarse a sí mismo. (2Tim 2:11-13)
Queridas hermanas, las animo a que busquen saber más sobre el amor y la fidelidad de Dios y, lo más importante, a ponerlo en práctica. Después de que comencé a investigar más sobre esto, mi perspectiva cambió cuando vi que los desafíos aparecían ante mí. Ahora puedo decir que finalmente entiendo que la fidelidad de Dios siempre me ha alcanzado a mí y también te alcanza a ti.
Nadie puede ser perfectamente fiel, ¡pero nuestro Dios sí! Cuando no somos fieles, Él permanece fiel porque mantiene la consistencia. Y, si Dios es fiel, tenemos confianza en que recibiremos la recompensa que Él nos prometió.