Escrito por Amanda Vilela, voluntaria del Ministerio Hermana Rosa del Hierro en Sergipe, Brasil
Los evangelios narran hechos sobre la vida de Cristo, desde Su nacimiento hasta Su crucifixión, resurrección y ascensión. El libro de Lucas nos da detalles particulares sobre los primeros acontecimientos de la vida de Cristo en la tierra. Nos dice que María fue la mujer que Dios escogió como instrumento para la venida de Cristo al mundo.
María decididamente se pone a disposición para hacer la voluntad de Dios. Es importante recordar que María era una joven común, sujeta a las mismas debilidades y desafíos que la vida nos impone, pero entendió el propósito mayor de la existencia humana: dar gloria únicamente a Dios, y adorarlo y servirlo solo a Él (Lc 4:8). ¡Qué hermoso es su ejemplo de obediencia a Dios! ¡Qué dulces fueron sus palabras!
Mi alma glorifica al Señor y mi espíritu se regocija en Dios mi Salvador, porque se ha dignado fijarse en su humilde sierva. Desde ahora me llamarán dichosa todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho grandes cosas por mí. ¡Santo es su nombre! De generación en generación se extiende su misericordia a los que le temen. (Lc 1:46-50 NVI)
La figura de María es frecuentemente interpretada incorrectamente por muchos que no entienden que la gloria y la alabanza deben ser dadas solo a Dios. Todos nosotros, los seres humanos, aunque el Señor sea misericordioso con nosotros y nos confíe grandes misiones, no somos más que instrumentos en Sus manos.
Podemos extraer valiosas lecciones y enseñanzas de la historia de María. Después de todo, ¿qué hacía especial a María? ¿Por qué la escogió el Señor para esa misión? María tenía lo mismo que Sara, Débora, Rut, Abigail, Lidia y muchas otras que fueron usadas por Dios en Su obra: un corazón rendido al Señor y dispuesto a vivir de acuerdo con Su voluntad: mujeres ordinarias que amaban los mandamientos de Dios.
Al leer la Biblia, admiro el modo en que los hombres y las mujeres antepusieron la voluntad de Dios a la suya propia, como lo demuestra el modo en que se presentaron al Señor: “Heme aquí” (Is 6:8), “Habla, que tu siervo escucha” (1S 3:10), “Yo soy la sierva del Señor” (Lc 1:38).
María entendió que obedecer a Dios causaría un cambio radical en su vida. Como resultado, terminó convirtiéndose en blanco de persecución. Lo vemos claramente cuando María y José, guiados por un ángel de Dios, huyen a Egipto temiendo la persecución de Herodes. Obedecer a Dios significa vivir una vida de abnegación y confianza. Estamos convencidos de que Dios satisfará nuestras necesidades como satisfizo las de María y José. A pesar de que ella llevó al Mesías de una manera "incómoda" durante el final de su embarazo, continuaron viajando, confiando en el cuidado de Dios. Entregaron sus vidas en obediencia al Señor, con la certeza de que Sus promesas se cumplirían, "porque para Dios no hay nada imposible" (Lc 1:37).
María confiaba en que Dios sería su defensor ante posibles acusaciones con respecto a su integridad como mujer. El buen ejemplo de María nos enseña, sobre todo, a ponernos en la posición de siervos. Su ejemplo nos enseña humildad, virtud, lealtad, obediencia y un corazón temeroso de Dios.
María fue una mujer escogida por Dios para traer al Salvador al mundo, y estuvo al pie de la cruz. Ella siguió sus pasos y caminó con Jesús en sus misiones, siendo un ejemplo de fe y obediencia, una mujer conforme al corazón de Dios. Que Cristo nos ayude a caminar con fe y a responder a nuestra llamada como lo hizo María. “Que él haga conmigo como me has dicho” (Lc 1:38).