Escrito por Katie Forbess, presidente de la Junta Directiva del Ministerio Hermana Rosa de Hierro
La definición de la gracia es el favor que no merecemos. “Nosotros amamos porque Él nos amó primero.” (1 Juan 4:19)
Quería contarte cómo el decir y el escuchar, “te perdono,” es una parte importante del proceso de perdonar. Pero en la historia que te contaré, nadie nos pidió perdón y no pudimos decir, “te perdono”. Pero sí puedo contarte de la sanación que ocurre como resultado del perdón y del cumplimiento del ministerio de reconciliación a la cual Cristo nos ha llamado.
La definición de la gracia es el favor que no merecemos, y está bien conectada con el perdón.
El otoño del año pasado cuando alguien nos hizo algo incomprensible en contra de mi familia, nos sentamos en la mesa de la cocina y perdonamos a la persona sin saber siquiera quién era o de qué se trató exactamente. Sabíamos que todo el asunto se basó en una gran mentira y que sólo Dios lo tendría que sacar a la luz. Fue definitivamente un momento de “la verdad os hará libres”.
¿Por qué perdonamos entonces? Lo hicimos porque no era posible vivir esperando con el estrés y lo desconocido de las tres semanas siguientes sin perdonar. Nos han dicho cada domingo de nuestras vidas que Cristo murió por nuestros pecados, que todos somos pecadores, que no hay ninguno que no ha pecado y que tenemos que perdonar a los demás. Tuvimos que poner en práctica el perdón y aprendimos que todo lo que Dios nos pide en la vida, lo hace para el bien de los que lo aman.
El perdón que dimos no tenía nada que ver con la identidad de la persona, porque no sabíamos quién había dicho la mentira. Tampoco perdonamos porque somos personas tan extraordinarias, porque no lo somos. La única manera que tengo para explicarlo es que el amor que tenemos para Dios y nuestro deseo por seguir el ejemplo de Cristo en nuestras vidas diarias hizo que perdonar fuera nuestra primera respuesta. Hemos sentido el poder de Su perdón y sabido que es algo que hemos sido llamados a compartir.
El perdón no tiene nada que ver conmigo o con la otra persona. El perdón tiene todo que ver con la obediencia y con nuestra reconciliación verdadera con Dios.
Jesús es claro en el Padre Nuestro referente a la relación entre perdonar a los demás y el perdón de Dios para nosotros. Perdonamos para que seamos perdonados. Creo que esto es así porque no podemos siquiera comenzar a imaginar el perdón de Dios hasta que nosotros mismos realicemos el proceso de perdonar a otros. La diferencia es que todos somos pecadores tal como las personas que perdonamos, mientras Dios es distinto porque es perfecto y nos perdona a nosotros de todas maneras, y lo hace de la manera más completa.
¿Recuerdas la sensación de recibir el perdón de tus pecados cuando te levantaste de las aguas del bautismo? ¿Recuerdas la sensación de tomar la Cena del Señor por primera vez como miembro de la iglesia?
¿Recuerdas una ocasión cuando lastimaste a alguien y tuviste que pedir perdón? ¿Recuerdas cómo era dudar si la otra persona te iba a perdonar o no? No tenemos que dudar de Dios. Somos perdonados y seremos perdonados. ¿Qué haremos al respecto en cuanto a nuestras relaciones con los demás?
Perdónanos nuestras ofensas, como también nosotros hemos perdonado a nuestros ofensores. - Mateo 6:12