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Escrito por Aileen Bonilla, voluntaria del Ministerio Hermana Rosa de Hierro en Ecuador 2023 Aileen Bonilla

Romper el ciclo generacional es una responsabilidad muy grande que Dios ha puesto sobre nuestros hombros. Sin embargo, Él nos prometió estar a nuestro lado en todo momento, y no sólo esto; también promete aligerar nuestras cargas porque Su yugo es fácil (Mt. 11:28-30) y Su gracia es suficiente (2 Cor.12:9-10). En esta ocasión escribiré un poco de Saúl y su hijo Jonatán. Como todas sabemos Saúl fue el primer rey de Israel, un rey con muchas fallas en su carácter.

El rey Saúl tenía graves fallas en su carácter, pero ¿por qué Dios unge a un hombre así para Su pueblo? La respuesta no la tenemos tan clara, pero es evidente que Dios permite esta situación para que Su pueblo observara que ningún rey humano puede compararse con Él, y que nadie absolutamente nadie puede ser tan bueno como Él mismo.

Saúl era un hombre arrogante, y es que ser el primer rey de Israel no era una noticia tan fácil de digerir para un simple mortal. No obstante, el puesto que se le había otorgado no hizo que él se llenara de orgullo, simplemente expuso lo que ya existía en su corazón (Pr. 23:7). Este rey no confiaba en Dios, hacía promesas o juramentos necios sin nada de sabiduría (1 Sam. 14:24), no cumplía con los mandatos de Dios. Esto nos lleva a deducir que no temía a Dios. No valoraba ni siquiera la vida de su propio hijo (14:34); sin embargo, este joven, Jonatán, decide en su corazón no ser igual a su padre.

La Biblia describe a Jonatán como un hombre valiente, ágil y buen guerrero, pero también describe que es un hombre de amor (18:1), un buen amigo, buen hijo, pero sobre todo era un joven que temía a Dios. Por nada ni nadie iba a obstaculizar los propósitos de Jehová.

Jonatán sabía que el Espíritu de Dios ya no estaba en su padre. Reconocer esta verdad era muy importante porque todo lo que hacía Saúl era bajo su carnalidad y no por complacer a Dios. Por tanto, era imposible confiar en una persona así. Jonatán decide no ser igual a su padre. Para llegar a tan vital decisión, su vínculo con el Señor debió ser muy estrecho, ya que Dios es el único que puede romper estas cadenas generacionales.

Todas nosotras podemos decidir no ser igual a nuestros padres; si fuera el caso de haber crecido en una familia no cristiana, o incluso si lo fueron. Pedirle a Dios que nos ayude a romper esos ciclos generacionales traerá luz no sólo a la familia que tenemos en este presente, también estaremos construyendo una generación diferente y Dios derramará bendición sobre todos ellos. Todo empieza en crear una relación estrecha con Dios para que nos muestre qué actitudes hemos arrastrado de nuestros familiares que carecen del Espíritu de Dios para poder ser transformadas.

Esta también es una manera de cumplir con el mandato de Jesús cuando dice: “Si alguno viene a mí y no aborrece a su padre, madre, mujer, hijos, hermanos, hermanas y hasta su propia vida, no puede ser mi discípulo (Lc. 14:26)”. Jonatán no estaba dispuesto a sacrificar la obediencia hacia Jehová por los caprichos de su padre. Muchas veces sin darnos cuenta llevamos amargura en nuestros corazones, porque nuestros padres también estuvieron amargados. Restamos importancia al servicio en la iglesia porque creemos que Dios no pide esto, y como si fuera poco, al menos en Latinoamérica, el congregarse fielmente cada domingo ya no es una prioridad.

Jonatán tenía claro cuál era su propósito en esta tierra. Y éste era el de darle gloria a Dios en todo tiempo, incluso ofreciendo su propia vida para que su mejor amigo David pudiera vivir y que el linaje mesiánico continuara su rumbo hasta llegar a Jesús. De igual manera, debemos pedir fervientemente que Dios muestre Su propósito para nosotras, así pues, viviremos dando gloria a Él, y sobre todo tomando de Su gracia cada día para romper yugos familiares que no son sanos. Construir una vida espiritual que trascienda por muchas generaciones depende de nuestro esfuerzo y valentía, pero, sobre todo, depende de la predisposición y sensibilidad de nuestro corazón hacia la voz de Dios. Saúl cerró su corazón a Jehová; por eso, el Espíritu de Dios se apartó de él.

Hoy te animo a orar y pedirle a Dios que primero te muestre Su propósito para ti; segundo, que te ayude a vivir para este propósito y, de esta manera, Él irá rompiendo toda cadena que te ate al pasado.

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