Escrito por Kathy Thompson, asistente de oficina para el Ministerio Hermana Rosa de Hierro en Arkansas
En el evangelio de Lucas, hacia el final del capítulo 10, leemos la historia de Jesús cuando vino a cenar a la casa de Marta en Betania. Como mujeres, es posible que hayamos escuchado múltiples lecciones sobre lo estresada y distraída que estaba la pobre Marta cuando Jesús y sus apóstoles fueron a cenar a su casa.
Pero me gustaría tomarme un minuto y mirar un poco más de cerca a María en esta historia.
Supongamos que María había ido a la casa de su hermana para ayudar a preparar y servir la cena para un visitante muy especial y sus 12 amigos, no es poca cosa. Incluso en los tiempos modernos, con refrigeración y grandes cocinas interiores, ¡servir la cena a 13 invitados no es tan fácil! Hubo muchos detalles que cuidar, mucha preparación que tuvo que suceder para que la comida saliera sin problemas y a tiempo. Y, por supuesto, tenía que ser especialmente deliciosa, en honor a su invitado especial. Me imagino que la hospitalidad era muy importante para Marta y, en esta ocasión, ella dependía mucho de su hermana para ayudar a que eso sucediera de la manera más fluida posible.
En cierto modo, las mujeres no hemos cambiado mucho a lo largo de los siglos. Todas queremos ofrecer a los visitantes de nuestros hogares un ambiente limpio y cómodo y comidas deliciosas. Y hacer que todo parezca fácil, incluso sin esfuerzo, mientras que, de hecho, ha habido una gran cantidad de pensamiento, preparación y trabajo de antemano, ¿verdad?
Imaginemos que mientras María ayudaba a su hermana en la cocina, captó fragmentos de lo que los hombres estaban hablando en la sala de estar. Cuanto más escuchaba de lo que Jesús estaba enseñando a sus apóstoles y a su hermano, más quería escuchar. En poco tiempo, no pudo resistirse a colarse en la habitación y encontrar un lugar apartado para sentarse y escuchar. Entonces ella comenzó a absorber cada palabra que salía de Su boca. ¡Sus palabras no se parecían a nada que ella hubiera escuchado! Estaban entrando profundamente en su corazón, penetrando en su alma y simplemente no podía tener suficiente. Sus enseñanzas tenían perfecto sentido para ella, en muchos niveles, algunos ni siquiera los entendía ella misma. La animaron, la desafiaron, la inspiraron, y puedo imaginar que éstas eran palabras que había anhelado escuchar toda su vida, pero que nunca había escuchado hasta ahora.
Imagínate su reacción cuando lentamente comenzó a comprender que tenía, sentado frente a ella: ¡al Hijo de Dios! ¡El Mesías que había de venir al mundo! Aquel que le habían enseñado toda su vida a esperar y esperar. ¡Él estaba aquí! ¡En su pequeño pueblo! ¡Sentado en la sala de estar de su hermana! Todos los pensamientos sobre la preparación de la comida desaparecieron de su mente. El hecho de que ella había venido a ayudar a Marta ya no era importante. ¡Todo lo que importaba era este Hombre asombroso y Sus enseñanzas! ¡Todo lo que ella quería era llegar a conocer mejor a este Hombre y escuchar más de Sus palabras dadoras de vida!
¿Estamos alguna vez tan enfocadas en Jesús?
Me viene a la mente una canción que me encanta cantar: Turn Your Eyes Upon Jesus (Vuelve tus ojos hacia Jesús).
“Vuelve tus ojos hacia Jesús. Mira enteramente en Su maravilloso rostro y las cosas terrenales extrañamente se tornarán oscuras en la luz de Su gloria y gracia.”
Me imagino que eso es exactamente lo que le pasó a María aquella tarde en Betania, hace tantos años: María enfocada en Jesús. No la comida con la que se suponía que estaba ayudando, no su hermana. Sólo Jesús. Y todo lo demás se atenuó para desvanecerse.
¿Qué pensó Jesús del foco láser de María? Cuando Marta, estresada, le pide que la oriente para que la ayude, Su respuesta es: “—Marta, Marta —le contestó Jesús—, estás inquieta y preocupada por muchas cosas, pero solo una es necesaria. María ha escogido la mejor, y nadie se la quitará.” (Lucas 10:41-42). La parte buena: deleitarse con las enseñanzas de Jesús.
Leemos en Colosenses 3:1-3 “Ya que han resucitado con Cristo, busquen las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la derecha de Dios. Concentren su atención en las cosas de arriba, no en las de la tierra, pues ustedes han muerto y su vida está escondida con Cristo en Dios.”
María buscaba las cosas de arriba, no las de la tierra.
Así que ahora nos preguntamos: ¿Cómo podemos hacer lo mismo? ¿Cómo nos enfocamos en Jesús como lo hizo María? ¿Y poner nuestra mente en las cosas de arriba? La vida tiende a pasar volando en una nube, ¿no es así? Tenemos tantas responsabilidades, actividades e intereses... tantas cosas que nos distraen de poner toda nuestra atención en nuestro Salvador.
¿Cómo nos detenemos y tomamos tiempo para el Señor todos los días, cada hora?
¿Qué haría falta para que volvieras tu enfoque a Jesús? Es diferente para todas. Para mí, el cambio de enfoque, vino con la repentina muerte de mi esposo, el verano pasado, a causa del COVID. Acabábamos de mudarnos a un pueblo pequeño y encantador para jubilarnos. Luego pasó a su recompensa en el paraíso y me encontré en un nuevo pueblo, en una nueva iglesia donde aún no conocía a nadie, sin mi dulce esposo, sintiéndome, en esencia, completamente sola...
Pero ya sabes, no estaba sola. Dios estaba allí conmigo. Me levantó suavemente y me llevó a través de cada paso doloroso. Proporcionó una amorosa familia cristiana que se acercó a mí, me cuidó y oró por mí, aunque hasta ahora no me conocían. Me acerqué más a Dios de lo que nunca había estado en mi vida. Láser enfocado en Jesús.
Cada uno de nuestros viajes a través de esta vida son diferentes. No hace falta una muerte en la familia para volver a centrar nuestra mirada en el Salvador. ¿Qué haría falta en tu vida? Puedes decidir en cualquier momento, como María, poner tus ojos en Él, escucharlo y deleitarte con Sus enseñanzas.
Hoy, en el 2022, podemos sentarnos a los pies de Jesús en cualquier momento que deseemos. Tenemos, sentado frente a nosotros, al Hijo de Dios. Podemos beber de cada palabra Suya. Podemos permitir que Sus palabras penetren en nuestros corazones, penetren en nuestras almas y no seremos capaces de tener suficiente. Sabes que Sus enseñanzas todavía tienen perfecto sentido hoy, nos elevan, nos desafían y nos inspiran. Simplemente abrimos la Biblia y ahí está, todo lo que Él tenía que enseñarnos, abierto frente a nuestros ojos.
Hermanas, me gustaría animarnos a todas a ser como María y dejar que las enseñanzas de Jesús nos llenen, en la medida en que sea en lo único en lo que queramos enfocarnos. Permitamos que las cosas de la tierra se atenúen extrañamente mientras leemos acerca de Su vida, escuchamos Sus parábolas y entendemos la voluntad de Dios para nuestras vidas en Su Palabra.
“¡Fíjense qué gran amor nos ha dado el Padre, que se nos llame hijos de Dios! ¡Y lo somos!...” (1 Juan 3:1a).
Es un amor tan grande que no podemos evitar volver nuestra mirada a Jesús, hasta que todo lo demás se desvanece.
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