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2022 03 Rayne PazEscrito por Rayne Paz, voluntaria del Ministerio Hermana Rosa de Hierro en Bahía, Brasil

Jesús revolucionó al mundo. Sus acciones causaron disgusto y desconfianza en medio de una sociedad que estuvo intentando entender la voluntad de Dios, pero estuvieron equivocados muchas veces. Cristo trajo a un mensaje directo de Dios, que era lo que Él quería de Su creación. Pero parte de sus seguidores estaban siendo tratados de manera negativa, ¡las mujeres!

¿Cómo trató y se relacionó Jesús con esta audiencia en particular?

La mujer en el Medio Oriente era devaluada. Referencias del Antiguo Testamento como Débora, Rut, y Ester… habían sido olvidadas durante los años en que Dios “estuvo en silencio”. Esto hizo que las mujeres no fueran tan representadas y fueran menospreciadas.

En los tiempos del Nuevo Testamento, las mujeres tenían un nivel muy bajo cuando eran comparadas con los hombres, pero Jesús las veía como compañeras idóneas. No como superiores, pero también como creación divina y de valor e importancia para Dios y la sociedad. Jesús enfrentó el desafío de incluir a las mujeres como participantes en Su obra de redención. Él ya sabía el impacto que ellas tendrían en Su jornada. Lucas habla de eso en el capítulo 8, versículos 1-3 de su libro: “Aconteció después, que Jesús iba por todas las ciudades y aldeas, predicando y anunciando el evangelio del reino de Dios, y los doce con él, y algunas mujeres que habían sido sanadas de espíritus malos y de enfermedades: María, que se llamaba Magdalena, de la que habían salido siete demonios, Juana, mujer de Chuza intendente de Herodes, y Susana, y otras muchas que le servían de sus bienes.”

Jesús viajaba con Sus discípulos, tanto hombres como mujeres, pero las mujeres eran quienes le apoyaban financieramente. Entre esas mujeres estaba María Magdalena.

El pasado de María no había sido muy bueno, ella había sido atormentada por demonios (Lucas 8:2). Esto era parte del pasado que la formaba, parte de su historia. Tal vez, María tenía mucha inseguridad sobre caer otra vez, pero esta vez todo era diferente; ella había sido liberada por CRISTO y desde aquel momento en adelante decidió que lo seguiría y apoyaría.

María fue seguidora fiel de Jesús hasta el día de su crucifixión. Mientras todos habían huido por miedo, vergüenza, o porque se sentían incapaces de ver a su Maestro en la cruz, María y las otras mujeres estaban allí (Mateo 27:55-56) sensibilizadas, movidas y preocupadas por Su Señor. Estas mujeres estuvieron entre las últimas personas que contemplaron el rostro de Jesús antes que Él muriera en la cruz, y Dios permitió que fueran las primeras en verlo cuando resucitó (Mateo 28:1-10).

Después de tres días, María vino a la tumba para ungir al cuerpo de Cristo. Ella estaba preocupada sobre cómo lograría abrir la tumba ella sola, pero tenía valentía, así que lo intentaría de todas maneras (Marcos 16:1-3). Mirar a la tumba vacía y recibir la orden de anunciar que Jesús había resucitado le daba mucho temor, entonces ella eligió no decir nada (Marcos 16:8). Ella solamente era una mujer, ¿quién le creería? Y tal vez hasta iban a creer que era su culpa. Era todo demasiado riesgoso. Pero todo cambió cuando Jesús mismo vino a su encuentro. El que le dio una segunda oportunidad, la libró y sanó. Cristo llamó a María por su nombre, y sus ojos fueron abiertos en aquel momento. Ella pudo superar sus miedos por medio de su fe en el Cristo resucitado, “María Magdalena fue a darles la noticia a los discípulos. “He visto al Señor!”, exclamaba, y les contaba lo que Él le había dicho, las cosas que Él le había dicho. (Juan 20:18, NVI) Su encuentro con el Maestro hizo que ella superara sus miedos de testificar y anunciar a la resurrección.

¡Aprendemos tantas cosas de la historia de María Magdalena! Muchas veces estamos libres, pero nuestro propio pasado se aferra a nosotras de manera que nos hace sentir inseguras. Pero como María, necesitamos superar nuestros miedos porque haciendo eso podemos encontrarnos con el Señor y así recibimos resiliencia, nueva vida, confianza, fidelidad. No importa en qué situación estemos, con Él, aun y cuando estamos rotas, tristes y nos sentimos perdidas, podemos estar confiadas de que estaremos con Él. Y así como María Magdalena, si estamos con Él hasta el final, podremos finalmente contemplarlo en la resurrección. ¡Él ya es!

¿Estás lista para anunciar a las Buenas Nuevas a todos?

 

 

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