Publicado originalmente el 27 de mayo de 2019
Escrito por Michelle J. Goff, fundadora y directora ejecutiva del Ministerio Hermana Rosa de Hierro
Mi nombre no es Rosa. Y no estoy casada con un hombre con el apellido Hierro. Entiendo la confusión entre mis amigas latinas. Si me conocen por primera vez y no saben mi nombre, pero han oído del Ministerio Hermana Rosa de Hierro… pues, ya todas me entienden.
Me llamo Michelle Goff, pero no me ofendo si me confunden y me llaman Rosa o Rosa de Hierro. He llegado a ver la confusión como una oportunidad para recordar mi verdadera identidad.
Como una mujer, casada con Cristo, mi identidad se encuentra en Él. Y Él, como hierro, me ofrece una tremenda fuerza cuando me siento débil. Yo, como el vaso más frágil, la rosa delicada, estoy protegida por el poder inmutable del hierro.
Pero, como mujeres, aunque nos describen como el vaso más frágil (1 Pe. 3:7), no significa que somos débiles. Nosotras también somos fuertes como el hierro. Nuestra fuerza se pone a prueba en las pruebas de la vida, pero nos sirven para afilar como el hierro se afila con el hierro (Prov. 27:17).
Dios nos ha hecho con el balance perfecto de belleza delicada y fuerte, una rosa de hierro.
Pero no somos rosas de hierro solas, sino que somos Hermanas Rosas de Hierro. Fuimos creadas a estar en relación y con un equilibrio entre la delicadez y la fuerza, podemos manejar las relaciones de mentoría las unas con las otras.
¿Cómo puedes manifestar y apreciar la delicadez de tus Hermanas Rosas de Hierro? ¿Cómo puedes celebrar su fuerza?