Escrito por Sabrina Nino de Campos, voluntaria del Ministerio Hermana Rosa de Hierro en Texas
Dios nos ha regalado, a través de la belleza de nuestras culturas, las pequeñas cosas que nos hacen quienes somos, las comidas que compartimos con nuestra familia, los chistes que escuchamos de nuestros vecinos, las canciones y las costumbres. Todo es un regalo de Dios hecho para ser compartido.
Cuando tenía 17 años, decidí que quería estudiar para ser misionera. Me mudé de mi ciudad y de la casa de mis padres para estudiar misiones en una escuela llamada AME (Aventureros en Misiones Evangelísticas). De ahí fui a vivir a Bolivia, mi campo misionero, dónde conocí a mi esposo quien vivía en Argentina, a donde me mudé meses después y nos casamos. En Argentina, mientras trabajábamos en la Iglesia, estuvimos en contacto con gente de todos lados de América Latina, y hasta de afuera. Después de un par de años trabajando allí nos mudamos a Brasil, y ahora estamos en los Estados Unidos.
Con todas las mudanzas en mi vida y las de mi esposo es difícil definir a qué cultura pertenecemos. Yo soy brasileña, él estadounidense. Y nuestra familia es de todas partes. Nuestra cultura fue definida, redefinida, definida otra vez y redefinida una vez más. Nos sentimos participantes de muchas culturas y ninguna a la vez.
Así es el plan de Dios para Su pueblo también, una cultura redefinida, que no pertenece a un lugar terrenal, pero pertenece a Él.
"Después de esto miré, y apareció una multitud tomada de todas las naciones, tribus, pueblos y lenguas; era tan grande que nadie podía contarla. Estaban de pie delante del trono y del Cordero, vestidos de túnicas blancas y con ramas de palma en la mano."(Ap. 7:9, NVI)
Me encanta este versículo de Apocalipsis, donde tenemos una pequeña visión de la belleza del plan de Dios. Gente de todas culturas y lenguas, unidos alabando a Él, lo cual hace que seamos no solo Su pueblo, sino que también familia.
"De hecho, aunque el cuerpo es uno solo, tiene muchos miembros, y todos los miembros, no obstante ser muchos, forman un solo cuerpo. Así sucede con Cristo. Todos fuimos bautizados por un solo Espíritu para constituir un solo cuerpo —ya seamos judíos o gentiles, esclavos o libres—, y a todos se nos dio a beber de un mismo Espíritu." (1 Cor. 12:12-13, NVI)
Como familia y un solo cuerpo, unidos en un solo pensamiento, un solo Espíritu, debemos también esforzarnos para incluir a los que se sienten solos en el mundo. Dios tenía un plan por medio de Abraham cuando dice: ¡por medio de ti serán bendecidas todas las familias de la tierra! (Gén. 12:3, NVI). Como pueblo de Dios es nuestro deber bendecir a todas las familias de la tierra. Redefinir las barreras del mundo, usar nuestras diferencias y particularidades como fuente de amor en este mundo. Necesitamos redefinir las culturas y extender las manos a nuestros hermanos y a cualquiera que necesite de Él.
Empecemos de lo pequeño, simplemente tomando pasos para mejor amar a alguien que es diferente de nosotros. Aprendiendo un idioma diferente, o por lo menos lo básico para empezar una conversación con un compañero o compañera de trabajo que es de otro país. O capaz estudiando cosas interesantes sobre el lugar de donde viene esa persona y hacerla sentir incluida. Compartiendo más del amor y gracia de Dios en el mundo a través de las cosas lindas que nos hacen quienes somos. Uniéndonos. Redefiniendo la Cultura.