El viernes por la mañana, visité al Centro de Retiros Ponderosa donde vamos a realizar un retiro en octubre. Me emociona ver todo lo que Dios hará en preparación por el evento.
Al reflexionar sobre la información que me dieron en mi visita, recibí un correo electrónico de la casa editorial con la cual hemos estado negociando un contrato para el libro ¿Quién tiene la última palabra? Hace quince días, estaban listos para ofrecer un contrato, pero el mensaje que me llegó el viernes fue que había unas reacciones diversas sobre el libro, así que estuvieron inseguros para tomar el paso de extender un contrato.
Me quitó el aliento y aunque confié en Dios para guiarnos en la mejor dirección, con ese correo, habíamos tomado un gran paso atrás después de tanto progreso.
No hubo tiempo para hacer más que levantar una oración a Dios y pedir las oraciones de otros antes de seguir al retiro el fin de semana. Mis pensamientos me atormentaron y no quise perder el enfoque en lo que Dios me había llamado a compartir con las hermanas durante el retiro.
Entonces, ¿qué pude hacer? Leí Salmo 20 al menos cinco veces en inglés y español, dejando que la verdad de la Palabra de Dios me apoderara. Tomé las lecciones que iba a enseñar el fin de semana del Salmo y el enfoque del libro ¿Quién tiene la última palabra? y di la última palabra a Dios. Cuando sentí desanimada y las mentiras de Satanás me atacaron, dependí de la Palabra para alentarme.
Te invito a ir a la Palabra para contestar las mentiras de Satanás y recordar que Dios está en control de todo. Nos va por delante y por detrás. Es mayor que cualquier circunstancia. Y eso fue lo que me trajo gozo en medio de la batalla y victoria cuando enfrentada con el desánimo.