(tomado de YO ya SOY: Testimonios de fe en el Gran YO SOY)
Se cuenta una historia que le pidieron a cinco chinos ciegos describir a un elefante.
El primer hombre acercó el elefante, sintió con sus manos, olió con su nariz y dijo, “Es largo y delgado, muy flexible, como una serpiente, pero con una brocha al final. También huele mal.”
“¿Largo y delgado?” argumentó el segundo. “Es más grueso que una manguera y… ¡Ay! Como que escupe. Ya me mojó.”
“No es manguera para nada,” dijo el tercer hombre, el más bajito de los cinco. “Es más como un árbol, áspero y sólido.”
“Si mi amigo lo declara un árbol,” interrumpió el cuarto, “definitivamente tengo la hoja más grande que jamás he encontrado. Es delgada y fluye con el viento,”
“Para nada,” concluyó el quinto. “Es ancho y amplio, como una pared.”
¿Cuál ciego tenía razón? Los cinco y ninguno a la vez.
¿Cómo ve Dios al elefante?
¿Cómo nos parecemos a los ciegos?
Sólo Dios tiene la perspectiva de la vista mayor. Sólo Dios puede ver todo el elefante. Lo que estamos enfrentando… Las preguntas en la vida… Son apenas una arruga en la rodilla del elefante.
Reflexión: ¿Estoy confiando en el YO SOY con todo el elefante?
Vamos a estar viendo por el lente del YO SOY porque no importa lo que dice el mundo, sino lo que dice la Palabra.
Y cuando mantengo mis ojos puestos en el YO SOY, cuando anhelo ver las cosas desde Su perspectiva, evito la trampa de las búsquedas fútiles por respuestas, identidad, propósito, provisión, o lo que sea. Todo queda corto en comparación al YO SOY.
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