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Escrito por Deanna Brooks, voluntaria del Ministerio Hermana Rosa de Hierro en Arkansas
Se cree que el Salmo 119, el salmo más largo (escrito en forma de acróstico usando una letra del alfabeto hebreo al inicio de cada ocho versículos) fue escrito por David, no de su manera habitual, sino con ráfagas de exclamaciones de nuestro Santo Dios. Aunque algunos eruditos sugieren otros autores, en mi opinión se parece a otros escritos de David, por lo que me referiré a él como el autor.
Cuando leo el Salmo 119, pienso en el momento en 2 Samuel 6 cuando el arca del pacto fue traída de regreso a Jerusalén y David estaba saltando y bailando en la calle. El Salmo 119 está lleno de este tipo de gozo y deleite espontáneo a pesar de las pruebas y dificultades por la confianza que el escritor tenía en el Señor.
Matthew Henry describe el Salmo 119 como "una colección de exclamaciones piadosas y devotas de David, respiraciones cortas y repentinas y elevaciones de su alma a Dios... un cofre de anillos de oro, no una cadena de eslabones de oro".
David menciona estos atributos del Señor... atributos que conducen a su amor y a nuestro amor por Dios y la confianza en Él, que luego nos llevan a una vida obediente:
Confiabilidad (v. 42)
Justicia (vv. 7, 62, 75, 106, 123, 138, 144, 160, 164, 172)
Fidelidad (v. 86)
Veracidad (vv. 43, 142, 151, 160)
Inmutabilidad (v. 89)
Luz (v. 105)
Pureza (v. 9-11)
Eternidad (vv. 90, 152)
David escribe sobre calumnias, persecución y burlas contra él, pero su confianza está en la Palabra de Dios, descrita a lo largo del salmo con estos términos:
Ley
Preceptos
Testimonios
Estatutos
Palabra
Mandamientos
Juicios
Ordenanzas
El Salmo 119 nos recuerda cuán suficiente es la Palabra de Dios al expandir el Salmo 19:7-9 (NVI):
La Ley del Señor es perfecta: infunde nuevo aliento.
El mandato del Señor es digno de confianza: da sabiduría al sencillo.
Los preceptos del Señor son rectos: traen alegría al corazón.
El mandamiento del Señor es claro: da luz a los ojos.
El temor del Señor es puro: permanece para siempre.
Las ordenanzas del Señor son verdaderas: todas ellas son justas.
David comienza el Salmo 119 con una bendición para aquellos que andan en la ley del Señor y lo buscan con todo su corazón, recordándonos las palabras escritas en el Salmo 1:2: " sino que en la Ley del Señor se deleita y día y noche medita en ella".
Luego continúa en el Salmo 119 con otros versículos que nos llevan a amar, confiar y obedecer a nuestro Señor:
"Oh, que mis caminos sean firmes" (v. 5).
"Con todo mi corazón te busco; ¡No permitas que me desvíe de Tus mandamientos! He guardado tu palabra en mi corazón, para no pecar contra ti" (v. 10, 11).
"Me deleitaré en tus estatutos; No me olvidaré de tu palabra" (v. 16).
"Hazme entender el camino de tus preceptos, y meditaré en tus maravillosas obras" (v. 27).
"He escogido el camino de la fidelidad" (v. 30).
"Guardaré tu ley continuamente" (v. 44).
"En tu misericordia dame vida, para que guarde los testimonios de tu boca" (v. 88).
"¡Oh, cuánto amo tu ley! Es mi meditación todo el día" (v. 97).
"Lámpara es a mis pies tu palabra y lumbrera a mi camino" (v. 105).
"¡Considera cuánto amo tus preceptos! Dame la vida conforme a tu misericordia" (v. 159).
"Anhelo tu salvación, oh Jehová, y tu ley es mi deleite" (v. 174).
Cuando David escribió este salmo, vemos el amor, la confianza y el deseo de obediencia en su corazón.
Pensamientos similares se encuentran en el Salmo 33:4-5, 22:
La palabra del Señor es justa; fieles son todas sus obras.
El Señor ama la justicia y el derecho; llena está la tierra de su gran amor...
Que tu gran amor, Señor, nos acompañe, tal como lo esperamos de ti.
1 Samuel 13:14 y Hechos 13:22 llaman a David un hombre conforme al corazón de Dios. Creo que al leer el Salmo 119 vemos fácilmente que el escritor anhela hacer la voluntad del Señor mientras alaba y se deleita en Sus mandamientos.
Y nosotras, ¿tenemos ese intenso anhelo de hacer la voluntad de Dios? ¿Tenemos hambre y sed de justicia (Mt. 5:6)?
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Escrito por Johanna Zabala, voluntaria del Ministerio Hermana Rosa de Hierro en Venezuela.
"... Me acuesto y me acuerdo de ti, durante toda la noche estas en mí pensamiento" (Sal 63:6, TLA)
Desde que conocí el amor y la misericordia de un Dios Soberano, orar ha sido una sublime actividad espiritual. En ella, el alma y la divinidad se conectan, haciéndose posible una experiencia de vida y sanidad. Hoy, al estar comprometida con Cristo, cada instante me lleva a una práctica plena con Él y, por lo tanto, a profundizar en la oración modelo que nos dejó.
Justo en mi niñez, la oración aprendida del Padre Nuestro se convirtió en ese conversar directo con Él mismo. No sabía en aquel momento que esta oración sería el patrón de referencia para estructurar mis oraciones de manera particular en cada una de las vigilias del día y de la noche, en donde me llena de fe y conciencia espiritual.
Recuerdo que, hace casi veinticinco años, entré al hospital en proceso de parto de mi primera hija. Era una noche lluviosa y una de las veces en las que comencé a derramarme en la oración. Ordenando los pensamientos y los sentimientos, reconocí lo grandioso de aquel momento de espera al saber que era Él, quien estaba conmigo.
En aquel momento, pasó por mi mente el modelo de oración aprendida desde niña y en aquella experiencia, Dios Todopoderoso y Sus propósitos me llevaban a clamar la santificación a Su Santo nombre. Impulsada en hacer Su voluntad en ese momento de incertidumbre, al no saber que pasaría, llegué a pedir perdón con todo mi ser y a perdonar a mis ofensores de aquel momento. En medio de dolores desconocidos y nuevos para mí, me llenaba también de fuerza, concentración y seguridad que llevó al éxito de una nueva vida para la Gloria de Dios. Esta situación me llenó de satisfacción espiritual desde ese momento y hasta la actualidad. Me apropié de ese orden que permite a mi corazón y alma desligarme de de la naturaleza pecaminosa que, al desconcentrarme contrarresta lo espiritual, y nutrirme en esta carrera de vida.
En lo sucesivo, cada vigilia nocturna me reconforta. Sé que en la presencia del Eterno y en la meditación íntima sin interrupción, mi mente, corazón y alma se unen para establecer la seguridad de Su existencia, dando respuestas en el tiempo perfecto del Señor a cada solicitud y acción de gracias.
Las noches, pese al cansancio del día, son el momento más significativo en mi relación con el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Es entonces cuando puedo dar cuenta del día, sus pruebas y sus aprendizajes, siendo para de descanso al saber que todo tiene Su nombre (está bajo Su control).
Orar es, y siempre será, privilegio santo, donde fluye una comunicación única con lo majestuoso del Padre Celestial por medio de Cristo Jesús y Sus enseñanzas, milagros y ejemplos humanos y santos que inspiran a seguir sus pasos de salvación y reflexión continua.
Todo lo anterior señala a esta plena armonía y compromiso con Cristo, es por eso que en cada oración del alma se encuentra tanta paz, que no se compara con ninguna distracción del mundo terrenal.
Igualmente, en la oración aprendes dependencia, sumisión, amor, seguridad y certeza en que todo depende de la voluntad de Dios y no de la propia mia. Orar es y siempre será la vía continua de bendiciones espirituales en todo momento, en tiempos de alegría, en luchas, en pruebas, en momentos de búsqueda de dirección y santidad. Santificas, bendices Su naturaleza divina, enfocas Su voluntad a la que fuimos llamadas, pides ayuda física y necesaria en la sobrevivencia terrenal, te lleva al perdón hacia el prójimo y de los propios, recibes intercesión de no dejarnos caer en la tentación y estás librada del mal.
Cuando no puedo dormir, oro. Cuando duermo, oro y los pensamientos son cautivos a mantenerme consciente de la presencia del Espíritu Santo en cada instante de la vida.
¿Vives y amas la oración? Cuando te acuestas, ¿tus pensamientos están unidos con Cristo?