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Resonando por las paredes de las casas pequeñitas y susurrado en los jardines, está la palabra popular y la meta de muchas mujeres: “simplificar.” Las complicaciones de la vida hacen que añoramos un tiempo más sencillo en el que los estreses de la vida fueran más manejables, tuviéramos menos demandas, y que tuviéramos tiempo para tomar un café con una amiga.
Muchos de nuestros abuelos estarían de acuerdo con que la vida no era tan complicada hace unas décadas, pero te aseguro que había momentos en los que ellos también estuvieron muy estresados y abrumados también.
Un “tiempo más sencillo” no se basa en una lista de quehaceres más corta, sino en una actitud humilde con la que manejamos nuestras vidas, las relaciones, y las responsabilidades.
Creo que el tiempo sinceramente más sencillo fue cuando éramos niños… Otro estaba a cargo y confiamos que nuestras necesidades siempre serían suplidas. No es un regreso ideológico a una niñez perfecta. Al contrario, es una reflexión que el mismo Cristo compartió como una lección para Sus oyentes (Mt. 18:3-4).
3 Entonces dijo:
―Les aseguro que a menos que ustedes cambien y se vuelvan como niños, no entrarán en el reino de los cielos. 4 Por tanto, el que se humilla como este niño será el más grande en el reino de los cielos.
La humildad y la fe de un niño es una dependencia total de otros, de Dios. Como adultos, aprendemos a depender de nosotros mismos y a veces, volvemos a vivir la frustración de cuando no pudimos depender de otros, cuando nos defraudaron. Nos enorgullecemos de lo ocupado que estamos, cuánto logramos y hasta en nuestros esfuerzos para ser el mejor cristiano posible (aunque sabemos que nunca llegamos a la talla).
En nuestro esfuerzo de moldearnos más al carácter de Dios, nos convertimos en los “dioses” de nuestras vidas, tratando desesperadamente de estar en control, mantener todo a nuestro cargo y hacerlo por nosotros mismos. Sí, debemos imitar a Dios y aprender de Su ejemplo, seguir las pisadas del Maestro. Pero dejamos que Él sea Dios. Somos la hija. Él está en control. Así que vamos a simplificarlo: La dependencia humilde de Dios y la fe que Él está en control nos lleva a una vida simplificada.
28 »Vengan a mí todos ustedes que están cansados y agobiados, y yo les daré descanso. 29 Carguen con mi yugo y aprendan de mí, pues yo soy apacible y humilde de corazón, y encontrarán descanso para su alma. 30 Porque mi yugo es suave y mi carga es liviana». (Mt. 11:28-29)
Mi oración para hoy: Señor, ayúdame a aprender de ti las maneras en las que eras humilde de corazón. Deseo un descanso para mi alma. Estoy cansada. Y tomar tu yugo se siente como otra carga, una cosa más a mi lista de quehaceres. Tú viniste como Dios hecho carne. Tenías todo el poder del mundo, pero te humillaste y te hiciste hombre. Te sometiste al Padre y dejaste que Él siempre estuviera en control. Gracias por tu paciencia mientras aprendo de Tu humildad. Dios está en control. Yo no. En Tu nombre hago esta oración, Amén.
#HermanaRosadeHierro, #simplificar, #humildad
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Me encanta ir a la playa: el sonido de las olas, el aire del mar, y la arena caliente entre mis dedos de pie… El agua me atrae y paso un buen tiempo nadando y jugando en las olas. Pero, después de un tiempo, me gusta caminar por la orilla, dejando mis huellas en la arena mojada, pateando las olas cuando llegan a la orilla.
Al caminar, respiro profundamente el aire del mar, maravillándome de la creación. Pero, al ver en la otra dirección, me gusta observar a la gente también. Me encanta ver a las familias: madres haciendo castillos de arena con las princesas o padres tirando pelotas con sus hijos. Las rodillas de los bebés están rojas por haberse gateado en la arena, pero su gozo es inalcanzable al jugar en el agua. Y hay los bebés un poco más grandes que apenas están caminando, pero siguen intentando, gastando toda esa energía.
Un recuerdo específico que tengo es de un hijo, quizás de cinco años, caminando detrás de su papá.
El papá, al caminar por la orilla, deja sus huellas en la arena. Y el hijo, cuyas piernas no son tan largas como las de su papi, brinca cada paso para poder alcanzar las huellas de su papá. El hijo anhela seguir los pasos de su padre. Y con el tiempo, con la práctica, y con el crecimiento, algún día, lo va a poder hacer.
Jesús nos llama a seguir Sus pasos. No sólo nos provee el camino exclusivo al Padre, más también nos ha equipado para que podamos mantenernos en el camino.
21 Para esto fueron llamados, porque Cristo sufrió por ustedes, dándoles ejemplo para que sigan sus pasos.
Jesús caminaba por el camino y vivía lo que decía.
Pedro sigue comentando sobre sus observaciones personales del tiempo de Jesús en la tierra en los próximos dos versículos de 1 Pedro, capítulo 2:
22 El no cometió ningún pecado, ni hubo engaño en su boca. 23 Cuando proferían insultos contra él, no replicaba con insultos; cuando padecía, no amenazaba, sino que se entregaba a aquel que juzga con justicia.
¿Qué significa para ti seguir los pasos de Jesús?
Aun si te sientes que no llegas a la talla o estás brincando como el niño de cinco años detrás de su padre, ¡no te rindas! Jesús nos dejó Su ejemplo y Su Palabra para guiarnos mientras nos mantenemos en el camino. Simplificar la vida cristiana es vivir la vida que Jesús vivió, caminar en Sus pasos. ¡Caminamos!
#HermanaRosadeHierro #simplificar #caminandoenelcamino