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Prueben y vean que el Señor es bueno;
dichosos los que en él se refugian. Salmo 34:8 (NVI)
Un frío viernes por la mañana en el mes de enero, tomé un momento para escuchar la nieve que estaba cayendo. Pareciera que no tenía sonido, pero fue la belleza de esa quietud la que aprecié esa mañana de invierno.
Me alejé del susurro de mi computadora, el sonar melodioso de mi celular, y el timbre de las notificaciones que demandaban mi atención. Todo podía esperar.
Y como se hizo nueva la grama de mi casa por la cobija de nieve, mi perspectiva sobre la vida y todas mis frustraciones se renovaron por mi tiempo a solas con Dios, escuchando la caída de la nieve.
Para poder escuchar verdaderamente y totalmente, utilizo los cinco sentidos. Me encanta el olor de la nieve fresca y la textura es divertida, hasta en mis manos cubiertas por los guantes. El crujir bajo mis pies agrega otro sonido a su caída, pero sólo si escucho muy atentamente bajo la gorra roja que llevo puesta.
Al observar los copos de nieve de diferentes pesos y tamaños, me maravillo de los que el viento lleva; se tumban por el cielo al caer al piso. Así cuesta más conseguir unos copos para probar, pero me encanta como se derriten en mi lengua y humedecen mi aliento.
¿Puedes escuchar y probar la nieve conmigo? ¿Estás escuchando?
El escuchar es más que sólo oír un sonido.
De niñas, mis padres nos decían, “Necesito que me escuches con los ojos.” Pedían la atención completa y no-dividida.
El escuchar se realiza por los cinco sentidos. Probamos y vemos que el Señor es bueno. Y para estar totalmente entregada al escuchar, tengo que utilizar los cinco sentidos.
Hoy, al probar el café rico por la mañana, o saborear el bocado de comida sabrosa por la tarde, recuerda “probar y ver que el Señor es bueno” (Sal. 34:8). ¿Eres un olor fragante para el Señor? ¿Has tocado la vida de otros por lo que Dios ha hecho para tocar la tuya? Escuchemos y veamos las promesas de Dios cuando nos entregamos totalmente a Él.
Tomado de porciones de Llamada a Escuchar: Cuarenta días de devoción
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Emociones encontradas. Nos llenamos de ellas. Lloramos en tristeza y alegría a la vez. Lo que más nos emociona también nos hace nerviosos (pregunta a una madre nueva). Ayer, sentí alivio y tristeza al mismo tiempo. Nuestras emociones encontradas pueden parecer ilógicas, pero son manifestaciones verdaderas de todo lo que está pasando en nuestras mentes y en nuestros corazones.
Y espiritualmente hablando, muchas de nuestras emociones y reacciones no tienen sentido desde la perspectiva del mundo. Regocijamos cuando enfrentamos las pruebas, alabamos a los humildes, y consideramos dichosos a los pobres en espíritu.
Como cristianos, hasta celebramos la muerte. ¿Sabes por qué? Porque vemos el poder de la resurrección. La resurrección cambió todo.
Después de la resurrección, el duelo de los discípulos se convirtió en alegría y su tristeza en gozo.
Y cuando las mujeres se acercan a la tumba y el ángel les dice que Jesús resucitó de entre los muertos, vemos que estaban “asustadas, pero muy alegres.”
¿Por qué tuvieron tanto miedo? ¿Se cumplió su gozo a raíz del temor? ¿Alguna vez has sentido el temor y el gozo a la vez?
El ángel dijo a las mujeres:
—No tengan miedo; sé que ustedes buscan a Jesús, el que fue crucificado. No está aquí, pues ha resucitado, tal como dijo. Vengan a ver el lugar donde lo pusieron. Luego vayan pronto a decirles a sus discípulos: “Él se ha levantado de entre los muertos y va delante de ustedes a Galilea. Allí lo verán.” Ahora ya lo saben.
Así que las mujeres se alejaron a toda prisa del sepulcro, asustadas pero muy alegres, y corrieron a dar la noticia a los discípulos. En eso Jesús les salió al encuentro y las saludó. Ellas se le acercaron, le abrazaron los pies y lo adoraron. ~ Mateo 28:5-9
Entonces hoy, te pregunto, ¿qué temes? ¿Cómo puede la resurrección traer gozo a tus temores? ¿Y cómo transforma la resurrección a nuestras reacciones?
Cuando estamos totalmente entregadas, es común que tengamos emociones encontradas por la intensidad de la realidad de las cosas de Dios.
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