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Escrito por Katie Forbess, presidenta de la Junta Directiva del Ministerio Hermana Rosa de Hierro
Estimada Hermana….,
¡Hola! ¿Cómo estás?
Los artículos de blog de este mes se tratan de solteras y por esa razón decidí escribirte una carta con algunos pensamientos sobre ti y para comunicarte que tú eres una parte vital y absolutamente necesaria del cuerpo entero. Tú eres una parte imprescindible de mi vida y del Cuerpo de Cristo.
Tú eres una parte increíble de mi vida, particularmente de mi vida espiritual. Tienes una perspectiva y me brindas exhortación de una manera completamente única. Sé que ser soltera a veces ha sido un desafío para ti tanto como el ser casada ha sido un desafío para mí. Siempre me guías al Padre de una forma hermosa y edificante mientras no dejas que yo me salga con la mía tampoco. No siempre he sido capaz de comprenderte a ti como tú puedes comprenderme a mí.
Tu manera de trabajar en la iglesia detrás de las cámaras, mientras dedicas tu corazón entero a lo que haces, es inspirador. Tu forma de servir como partera a las mujeres y luego ayudar con la lactancia o cualquier necesidad que tengan es también impresionante. Dios te ha dado tantos dones únicos y aprovechas de ellos cada día cuando Dios te presenta con nuevas oportunidades.
Eres una persona sin miedo. Bueno, seremos honestas, a veces tienes miedo, pero enfrentas el miedo con la palabra de Dios. Tomas el miedo y lo pones en su lugar ante el Padre y lo declaras a otras hermanas para que ese miedo ya no tenga dominio sobre ti.
Tu fuerza viene de Jesucristo, y no de ningún otro hombre. Estás casada con Cristo de una manera que yo a veces anhelo. Tomas tu compromiso en serio tanto como un voto de matrimonio.
Sé que has sufrido periódicamente porque no siempre he sido considerada y no te aprecio tanto como debería. Han pasado muchas veces cuando has venido y me has ayudado y me has entendido cuando nadie más lo hizo. Comprendías lo que pasaba e hiciste algo al respeto. Siempre te dedicas a la oración y acción frente a las pruebas.
Dentro de la iglesia yo sé que han pasado momentos cuando los demás te han lastimado por hablar constantemente de buscarte una pareja, limitar tu opinión en el equipo misionero porque no tienes esposo, e ignorarte en las conversaciones y acciones. Lo siento. Siento que hayas sufrido y me esforzaré para hacerlo mejor y pido a Dios que como iglesia podamos hacerlo mejor.
Ofreces muchísimo a la iglesia y a la vida cristiana. Yo sé que cualquier congregación por donde entras, ya sea por un solo domingo o por diez años, es una congregación bendecida.
Gracias por ser tú misma y por ser honesta con los demás en cuanto a cómo Dios te forma y moldea en toda clase de circunstancias.
Eres una guerrera de oración y te agradezco por siempre estar dispuesta a orar conmigo, a orar por mí o presentar peticiones de oración. ¡Yo sé que tu vida está en un momento especial de espera para una misión nueva y estoy ansiosa por ver a dónde Dios te va a llevar!
¡Te quiero, hermana!
Katie
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Escrito por Corina Diaz, voluntaria del Ministerio Hermana Rosa de Hierro en Buenos Aires, Argentina.
Un par de semanas atrás me encontraba en un momento de profunda oscuridad y dolor. En una de mis largas noches, eché un vistazo a un par de cartas que mi hermano menor me había escrito y que suelo releer cuando me siento desanimada. Me topé con el siguiente versículo: 1 Juan 2:10, “El que ama a su hermano permanece en la luz, y no hay nada en su vida que lo haga tropezar.”
Aunque había leído esta carta y este versículo muchas veces, me surgieron algunas preguntas:
¿Qué es realmente andar en la luz? ¿Permito que la luz esté enfocada en mí?
La luz es una forma de energía que solemos percibir desde y a través de un foco, es penetrante y espaciosa. Cuando veo la luz, veo también el espacio, observo los tropiezos del camino y permito a su vez que otros también puedan verme en el camino.
Pensé entonces en el juego de palabras: el que ama - permanece en luz, ¿Cuál viene primero? ¿Amar o irme hacia la luz? Quizás hemos tratado de amar primero antes de acercarnos a la luz. Quizá irme hacia la luz es el primer paso para mostrarme a otros y permitirme ser amada mientras amo; o, por el contrario, cuando amo estoy lista para mostrarme tal y como soy. Pero, ¿cómo puedo amar a los demás si primero debo ser amada para amar bien? Ante mi disyuntiva avancé unas hojas en mi Biblia y en Primera de Juan 4:19 encontré la respuesta, ¡Dios nos amó primero!
El amor nos da claridad, y nos conduce a mostrar la luz sobre aquellos que se van quedando en el camino, para traerlos hacia nosotros y animarnos juntos. Entonces nuestros tropiezos se hacen ligeros, y si alguien viene a mi lado con su lámpara para alumbrarme, una cosa es necesaria: Debo dar el acceso a otros en la tarea de verme tal y como soy, es el riesgo de la luz; mostrar mis imperfecciones, mis intentos fallidos, mis lágrimas y mis dificultades.
Amar es consentir que mis compañeros de camino acerquen sus lámparas para verificar cómo me trata el camino y ayudarme a seguir avanzando.
Puedo ver la luz de Cristo en quienes me rodean y se toman la tarea de afilarme, de soportarme y de animarme aun cuando no estoy lista para continuar. Gloria a Dios por todas las espinas del camino, y por las luces que se acercan a nosotros a través de Su amor infinito.