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Al desempacar las últimas cajas en la casa, encontré muchas fotos viejas, unos álbumes de experiencias en la universidad, y una cantidad de recuerdos de viajes misioneros. Quizás muchos se avergonzarían si vieran esas fotos de hace años.

Pero, yo, de mi parte, me reí de mis lentes grandes, el cabello y la ropa de los años 90, y los amigos que parecían bebés antes de tener sus propios bebés (que ya son adolescentes).

Mi caminata de recordatorios se llenó de muchas emociones, pero lo que más sentí fue agradecimiento.

Gracias Señor que ya no soy la misma que era antes. Gracias por las experiencias que me han amoldado. Gracias por las relaciones que me han impactado. Y gracias por las amistades duraderas que han superado las tormentas de la vida y que han crecido con el tiempo.

 

Un ejemplo de la transformación de una amistad es mi relación con la presidenta de la Junta Directiva del MHRH, Katie (Labowski) Forbess. Las fotos incluidas aquí son de un retiro de misionaros futuros durante mi último año en la universidad (1999), un retiro bilingüe del MHRH en Denver después de no habernos visto en nueve años (2013), y poco después de que me mudé a Searcy (2015).

Veo en las fotos cómo nuestra relación se nos ha crecido, cómo el Ministerio Hermana Rosa de Hierro se ha transformado y crecido desde su inicio, y el crecimiento personal en nuestras propias vidas espirituales. Doy gracias a Dios por la progresión de lo que las fotos representa. Y doy gracias a Dios que ya no somos las mismas personas que antes. Puede que no veamos los cambios diarios, pero al reflexionar, podemos ver la mano de Dios trabajando para fortalecer nuestras relaciones con Él y los unos con los otros.

 

Al seguir creciendo y enfocadas en ese crecimiento – en nuestra relación con Dios y las unas con las otras. Nuestra salud espiritual depende del crecimiento. Así como con una planta, si no estás creciendo, estás muriendo.