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Escrito por Deanna Brooks, voluntaria del Ministerio Hermana Rosa de Hierro en Arkansas 2023 1 Deanna Brooks

Cuando leemos las Escrituras, vemos que Dios ha buscado una relación con el hombre desde el principio. Caminó con Adán y Eva; llamó a Abraham para que lo siguiera; Moisés fue escogido por Dios para sacar a los hebreos de Egipto y convertirse en Su pueblo en la Tierra Prometida.

El Antiguo Pacto fue dado a través de Moisés; el Nuevo Pacto vino a través de Jesucristo (Jn. 1:17).

Bajo el Antiguo Pacto tenían:

  • Un conjunto de leyes escritas en piedra donde Dios describe el comportamiento aceptable y el comportamiento pecaminoso.
  • Un sumo sacerdote terrenal a través de la línea de Aarón, quien primero tenía que ofrecer un sacrificio por su propio pecado (Heb. 5:1-4) … y estos sacrificios se repetían una y otra vez con comunicación a través de sacerdotes y profetas.
  • Rituales de pureza y limpieza; se ofrecían sacrificios por la enfermedad, el parto y el pecado. Hubo momentos de ayuno obligatorio. El sábado debía ser santo y un día de descanso. Los hombres iban a Jerusalén tres veces al año.
  • SOLAMENTE el Sumo Sacerdote estaba permitido en el Lugar Santísimo donde estaba el Arca del Pacto y donde Dios descendió para recibir el sacrificio.

Durante siglos una cortina escondió el área donde el sumo sacerdote entraba una vez al año para hacer sacrificios por el pecado (Lev. 16), a donde Dios descendía y se caminaba sobre el propiciatorio para recibir el sacrificio. La gente nunca entró en esta zona sagrada.

Pero una Pascua, cuando los sacerdotes estaban ofreciendo el sacrificio de los corderos por los pecados del pueblo, el grueso y pesado velo del templo se rasgó de arriba abajo. Se partió en dos porque otro Cordero estaba siendo sacrificado no muy lejos en la colina del Monte Calvario, y ese Cordero era Jesús, el Cordero perfecto, el Sacrificio perfecto que se ofrecía por todos los hombres de todos los tiempos. Debido a este sacrificio, Jehová Dios proclamó a Jesús Señor y Cristo (Hechos 2:36).

En aquel momento, la cortina del templo se partió en dos, de arriba abajo, la tierra tembló y las rocas se partieron. (Mt. 27:51 TLA)

Esta cortina de 30 pies de altura se rasgó de arriba abajo, como si las manos de Dios se estiraran y la abrieran, invitándonos a ti y a mí a tener acceso directo a Él. Debido a que la cortina se rasgó, ¡tenemos acceso directo al Trono del Cielo!

Debido a ese sacrificio perfecto, nuestra purificación es a través de la sangre de Jesucristo que nos limpia al ser bautizados en Él. El sacrificio de Jesús fue una sola vez para todos los hombres. Nuestro bautismo es un evento único que nos limpia. Nuestra vida de fidelidad y confesión nos mantiene limpios.

Bajo el Nuevo Pacto tenemos:

  • Leyes escritas en el corazón (Heb. 10:16).
  • Un Sacerdote celestial sin pecado (Heb. 9:24, 28, 10:12) que ofreció un sacrificio.
  • La oportunidad de reunirse con otros discípulos el primer día de la semana para compartir la Cena del Señor y adorar a nuestro Padre Celestial.
  • Adopción por Dios (Gál. 4:5). Cuando nos convertimos en seguidores de Jesús, el escritor hebreo dice: “Tanto el que santifica como los que son santificados tienen un mismo origen, por lo cual Jesús no se avergüenza de llamarlos hermanos” (Heb. 2:11).
  • Jesucristo, nuestro Mesías como nuestro sacrificio… no un toro o un macho cabrío, como leemos en Hebreos 10:10-12.

Y en virtud de esa voluntad somos santificados mediante el sacrificio del cuerpo de Jesucristo, ofrecido una vez y para siempre. Todo sacerdote celebra el culto día tras día ofreciendo repetidas veces los mismos sacrificios, que nunca pueden quitar los pecados. Pero este sacerdote, después de ofrecer por los pecados un solo sacrificio para siempre, se sentó a la derecha de Dios.

En los versículos 19-23, Hebreos 10 continúa diciendo que, dado que Jesús es nuestro sacrificio, un sacrificio para todos nosotros, tenemos acceso a nuestro Padre celestial por medio de Él.

Así que, hermanos, mediante la sangre de Jesús, tenemos plena libertad para entrar en el Lugar Santísimo, por el camino nuevo y vivo que él nos ha abierto a través de la cortina, es decir, a través de su cuerpo; y tenemos además un gran sacerdote al frente de la familia de Dios. Acerquémonos, pues, a Dios con corazón sincero y con la plena seguridad que da la fe, interiormente purificados de una conciencia culpable y exteriormente lavados con agua pura. Mantengamos firme la esperanza que profesamos, porque fiel es el que hizo la promesa.

En 1742, Charles Wesley escribió un himno que contiene estas palabras: “¡Con confianza ahora me acerco y grito ‘Padre, ¡Abba Padre’!” Aquellos que vivieron antes que nosotros bajo el Antiguo Pacto no podrían haber cantado esas palabras.

Entonces, la pregunta importante para nosotros es: ¿Aprovechamos nuestro acceso al Trono de los Cielos como hijas y herederas del Rey Celestial?

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