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Escrito por Corina Diaz, voluntaria del Ministerio Hermana Rosa de Hierro en Argentina Corina Díaz 320

Desde muy pequeña fui conduciendo mi personalidad hacia el eneatipo 9, (si conoces sobre el eneagrama de personalidades sabes a qué me refiero). Si no, aquí te comparto un enlace que te ayuda a comprenderlo de una forma bastante ilustrativa https://sonria.com/glossary/eneagrama/

La capacidad de moldearme en este eneatipo, se debe a que mi padre ha sido un hombre muy severo. Así que adopté un mecanismo de defensa bastante estresante: intentar que todo en casa estuviera perfecto para evitar que mi padre se enoje.

Como consecuencia de sostener esta práctica por años, conseguí que el conectarme con Dios desde la mirada de un Padre amoroso sea uno de mis más grandes desafíos. Especialmente, cuando hemos crecido bajo la imagen de un Dios que en el antiguo pacto se mira como un Padre estricto y exigente que demanda la atención del pueblo. Sin embargo, cuando vemos la historia de Dios y Su pueblo desde un enfoque más global, observamos a un Dios lleno de gracia y dulzura.

“Porque el Señor tu Dios es un Dios compasivo, que no te abandonará ni te destruirá, ni se olvidará del pacto que mediante juramento hizo con tus antepasados.” (Deut. 4:31)

Hay cuotas de gracia a lo largo de la Biblia, aunque el Antiguo Testamento centra su atención en la justicia, también la misericordia juega un papel esencial en la comprensión del carácter de Dios.

“Entonces en misericordia será establecido un trono, y sobre él se sentará firmemente en el tabernáculo de David el que juzga, busca el derecho y apresura la justicia.” (Is. 16:5)

No hay juicio sin misericordia. “Por eso el Señor los espera, para tenerles piedad; por eso se levanta para mostrarles compasión. Porque el Señor es un Dios de justicia. ¡Dichosos todos los que en él esperan!” (Is. 30:18)

Este nuevo entendimiento del antiguo pacto ha cambiado también la manera en la que percibo mi relación con mi padre, e incluso me ha permitido conocer rasgos de mi personalidad que desconocía. Ahora puedo sentirme más auténtica en mi relación conmigo misma y con Dios, me siento confiada en un amor que no necesita desesperadamente la perfección, sólo necesita que yo esté dispuesta a habitar en Su morada para siempre.   

“La bondad y el amor me seguirán todos los días de mi vida; y en la casa del Señor habitaré para siempre.” (Sal. 23:6)

De esta manera Cristo puede hacer su trabajo «Mi gracia es todo lo que necesitas; mi poder actúa mejor en la debilidad».  (2 Cor. 12:9a)

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