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Corina DíazEscrito por Corina Díaz, voluntaria con Ministerio Hermana Rosa de Hierro en Argentina

El libro que lleva por nombre Samuel, se divide en dos partes, 1 Samuel y 2 Samuel. Originalmente en la Biblia hebrea era un solo libro, y su autor se corresponde precisamente con Samuel, aunque no en su totalidad. Lo maravilloso de este libro es que es armónico en toda su esencia, desde su nombre שְׁמוּאֵל (Šəmûʼēl) que significa, Dios ha escuchado. Así que a partir de aquí surgen historias maravillosas de cómo Dios escucha a Su pueblo y cómo les llama a escuchar.

Tenemos tres principales personajes, Samuel, Saúl y David, todos relacionados entre sí. Los tres con propósitos similares en el reino de Dios, y demuestran las diferentes naturalezas del hombre ante los cuestionamientos de Dios. De hecho, me encanta cómo Dios se manifiesta en tres respuestas distintas ante sus peticiones: Si, no y espera.

Samuel, fue la respuesta a la oración de Ana, una mujer que estuvo dispuesta a atender el llamado de Dios (1 Sam. 1:9-11), y concibe a su hijo Samuel a quién consagra al templo y al servicio de Dios (1 Sam. 2:11). Samuel fue instrumento absoluto del plan de Dios, y un ejemplo de alguien que tuvo que esperar en muchas oportunidades.

Saúl, fue el primer rey, y si bien fue elegido de acuerdo a los designios de Dios, su propósito personal fue otro. Él es el ejemplo perfecto de alguien que no quiere escuchar a Dios, también de alguien a quien Dios le dice que no (1 Sam. 13).

Finalmente, David, un hombre conforme al corazón de Dios, que escuchó su llamado y reconoció la misericordia de Dios en su vida; una persona pecadora como tú y como yo, que abrió su corazón y a quien Dios respondía constantemente con un ¡Sí! ante sus peticiones (1 Sam. 20).

Entonces, podemos ver claramente, que solamente hay tres posibles respuestas a las peticiones de nuestro corazón (si, no, espera), lo único que necesitamos es tener la capacidad de escuchar esa respuesta. Estos tres hombres escucharon a Dios de diferentes maneras, y vemos los resultados de sus propias acciones. Pero, ¿Qué necesitamos para escuchar a Dios?

Piensa por un momento, ¿cómo puedes escuchar o comprender lo que alguien te quiere decir? La mejor manera es conociendo a la persona, cuanto más compartes con una persona y te conectas, puedes llegar casi a predecir sus movimientos y sus miradas. ¿Te ha pasado?, estás en un grupo y de repente cruzas mirada con tu amiga, tu esposo o tu hijo y simplemente ya sabes lo que está por ocurrir. Así también funciona nuestra relación con Dios, entre más le conocemos y más pasamos tiempo con El, más podemos escuchar y entender Sus respuestas ante nuestras peticiones.

El deseo de Dios es que nos conectemos con Él, y tiene una maravillosa promesa para nosotros.

Entonces Jesús decía a los judíos que habían creído en Él: «Si ustedes permanecen en Mi palabra, verdaderamente son Mis discípulos; y conocerán la verdad, y la verdad los hará libres». (Jn. 8:31-32, NBLA)

¡Cuanto más le conozcamos y le escuchemos, conoceremos Su voluntad en nuestras vidas mucho más!

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