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Kat Bittner Span. 2.10.2021Escrito por Kat Bittner, miembro de la Junta Directiva del Ministerio Hermana Rosa de Hierro en Colorado Springs, CO

Si los acontecimientos del 2020 nos han enseñado algo, es que la vida aquí en la tierra es cada vez más impredecible. Los disturbios políticos, el caos social y una pandemia global dejaron a muchas de nosotras preguntándonos: "¿Qué sigue?" Algunas en la fe pueden incluso haberse preguntado cuándo Dios simplemente terminaría con todo y nos llamaría a casa. En medio de toda la ambigüedad y ansiedad, ¿cómo colocamos nuestro corazón en un estado de reposo? ¿Cómo encontramos la paz?

La paz en medio de todos los problemas sólo se puede encontrar en una relación real con Dios. Una relación real con Dios implica una comunicación regular con él. Depende de la oración regular. Y si alguna vez hubo un momento para desarrollar o mejorar nuestra oración con Dios, 2020 fue el catalizador para hacer precisamente eso. La oración siempre ha sido nuestro medio de intercesión ante Dios. Es como combustible para un motor o agua para el cuerpo. Es una parte crucial de nuestra vida. Y la oración es primordial para la relación con Dios.

Personalmente, el 2020 redefinió la oración como una relación inmediata y más deliberada con Dios. Se convirtió en un intercambio diario con Dios en lugar de hablar ocasionalmente con Dios. Mis oraciones ahora involucran una lectura de las Escrituras seguida de momentos de reflexión en silencio para que yo también pueda escuchar lo que Dios tiene que decirme. “Clama a mí, y te responderé, y te mostraré cosas grandes y ocultas que tú no conoces” (Jer. 33:3, RVR1960).

La oración se ha convertido en un diálogo genuino en ese sentido en lugar de un discurso unilateral. Invoco a Dios y él escucha. “Entonces me invocaréis, y vendréis y oraréis a mí, y yo os oiré” (Jer. 29:12, RVR1960). Me llama a Él y yo escucho. “Hijo mío, está atento a mis palabras; Inclina tu oído a mis razones. No se aparten de tus ojos; Guárdalas en medio de tu corazón” (Proverbios 4:20-21, RVR1960). A través de la oración, Dios y yo nos unimos mutuamente. “Acérquense a Dios, y él se acercará a ustedes” (Santiago 4:8, NVI). Como resultado de esta reciprocidad en nuestra relación con Dios, Su paz nos envuelve. Y cuando aceptamos la paz que Él nos ofrece, podemos aliviar la ansiedad de este mundo. “Estas cosas os he hablado para que en mí tengáis paz. En el mundo tendréis aflicción, pero confiad, yo he vencido al mundo” (Juan 16:33, RVR1995).

La oración es clave. Es clave para la relación con Dios. Es clave para aceptar la paz ofrecida en Jesucristo. Y la oración es clave para la imprevisibilidad de nuestra vida aquí en la tierra. Sólo necesitamos ser conscientes de ello. “Orad sin cesar” (1 Tes. 5:17, RVR1960). ¿Estarás atenta a la oración? ¿Tú también serás redefinida por ella?

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