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Claudia PerezEscrito por Claudia Pérez, voluntaria para el Ministerio Hermana Rosa de Hierro en Alabama

¿Qué sucede cuando una cristiana y su fe son probadas en momentos de luchas? ¿Quién no ha experimentado situaciones difíciles? A decir verdad, todos en algún momento hemos tenido luchas; y en esos momentos de incertidumbre nos preguntamos: ¿Por qué a mí? ¿Qué debo hacer con esta lucha? En lugar de preguntarnos, “¿Para qué me está sucediendo esto? ¿Qué voy a aprender de esto?” Podemos incluso preguntarnos, “¿Por qué Dios permite que tenga estas luchas?” Pensamos quizá que como sus hijas solo tendremos sendas de luz, coloridas y hermosas en nuestras vidas.

La realidad, sin embargo, es que es a través de estas luchas que el propósito del Señor se cumple en nuestras vidas. Una pandemia mundial llegó a demostrarnos esto.

Hace dos años muchas personas combatimos una lucha que cambió por completo nuestro estilo de vida. Encerradas, sin contacto unos con otros. Nietos que buscaban la forma de abrazar a los abuelos, a través de cortinas transparentes, mascarillas y guantes. Pantallas que se volvieron la única forma de contacto en la familia, escuela y trabajo. Todo contacto físico estaba censurado por seguridad. La iglesia se vio afectada a nivel mundial. Y en esa lucha muchos preguntábamos, “¿Por qué Señor?”

En esos momentos de lucha muchos olvidaron la palabra del Señor: “¿Quién nos podrá separar del amor de Cristo? ¿Tribulación, o angustia, o persecución, o hambre, o desnudez, o peligro, o espada?” (Ro. 8:35, RV1960)

Esos momentos de lucha donde nuestro Dios probó nuestra fe, muchos se fortalecieron y, tristemente otros se desviaron. Hace dos años me encontraba en un hospital en México, en el área COVID, aislada de todo y todos. Lo único que me sostuvo fue mi fe, esa fe que nos hace fuertes en las debilidades y esa esperanza de vida eterna que tenemos. El confiar que mi familia espiritual estaba rogando por mí. No fue una lucha fácil. Fueron semanas de fortalecerme en el Único que puede hacernos fuertes. Fueron semanas de incertidumbre, y, es en esos momentos donde la palabra de Dios nos fortalece. Sin acceso a nada, con enfermeros y doctores que Dios puso en mi camino, y con la confianza en las promesas del Señor en mi mente, recordando esos himnos de aliento, fuerza, esperanza y confianza.

Recordé las palabras del apóstol Pablo:


“Pues si vivimos para el Señor vivimos; y si morimos para el Señor morimos. Así pues, sea que vivamos o que muramos del Señor somos.” (Ro. 14:8)

Llegó el día en que la voluntad del Señor se cumplió y salí de ese lugar, más fortalecida que cuando entré, con el único propósito de seguir cumpliendo Su mandato: “id por todo el mundo y predicar el evangelio” (Mc. 16:15). En esos momentos de lucha mi fe creció aún más.

Recordé 2 Corintios 12:9-10.


“Y me ha dicho: Bástate mi gracia; porque mi poder se perfecciona en la debilidad. Por tanto, de buena gana me gloriare más bien en mis debilidades, para que repose sobre mí el poder de Cristo.
Por lo cual, por amor a Cristo me gozo en las debilidades, en afrentas, en necesidades, en persecuciones, en angustias; porque cuando soy débil, entonces soy fuerte.”

Clínicamente el diagnóstico no era nada alentador. Pero el Señor dice: “¿Por qué te abates, oh alma mía, y por qué te turbas dentro de mí? Espera en Dios, porque aún he de alabarle, ¡mi salvación y mi Dios!” (Sal. 42:11)

Tal vez en estos momentos usted atraviesa una lucha. Pregúntese: “¿Para qué estoy viviendo esto?” Recuerde que Él completará Su obra en usted. Dios tiene un propósito para nuestras vidas. Y, es a través de las luchas que nuestra fe es probada con fuego.

Porque la fe de ustedes es como el oro: su calidad debe ser probada por medio del fuego. La fe que resiste la prueba vale mucho más que el oro, el cual se puede destruir. De manera que la fe de ustedes, al ser así probada, merecerá aprobación, gloria y honor cuando Jesucristo aparezca. (1Pe. 1:7)

Así que, si usted está pasando un momento difícil, le invito a que confíe en El, honre y glorifique a Aquel que todo lo puede en todo. Porque cuando somos débiles, entonces somos fuertes.

 

2022 06 Deanna Brooks 2Escrito por Deanna Brooks, voluntaria del Ministerio Hermana Rosa de Hierro en Arkansas

Luchas… la vida puede ser dura. Podemos planificar, pero luego sucede algo que cambia esos planes, y no siempre es por algo que hemos hecho que haga que nuestros planes no funcionen como esperábamos; a menudo es algo sobre lo que no tenemos control.

Entonces, ¿dónde nos deja esto?

Podemos enojarnos y amargarnos, o podemos intentarlo de nuevo. Es fácil decir: “Recoge los pedazos y sigue adelante.” Es más difícil cuando yo soy la persona que recoge los pedazos y trata de tomar la mejor decisión sobre qué hacer a continuación cuando parece que todos los caminos están bloqueados.

Thomas Edison necesitó 2.774 intentos hasta conseguir el filamento adecuado para la bombilla, uno que ardiese durante más de unos pocos minutos.

Cuando un asistente se quejó de que no estaban aprendiendo nada, su respuesta fue: “Oh, sí. Hemos aprendido más de 2.000 formas que no funcionan.”

¿Podemos imaginar un mundo sin bombillas? Es algo que damos por sentado… como una necesidad… pero ¿cuán diferentes serían nuestras vidas si él se hubiera rendido?

Tener una actitud positiva al observar lo que podría considerarse un fracaso nos ayudará a solucionar el problema.

Cuando una mariposa sale de la crisálida, lucha. Sus alas están débiles y húmedas, pero es al romper esos hilos de seda que las alas ganan fuerza, permitiéndole volar. Si alguien intenta ayudar cortando los hilos de seda de la crisálida, la mariposa morirá en cuestión de minutos. Necesita esa lucha para estar sana.

Es en nuestras luchas que crecemos… incluso aunque no nos guste el proceso.

Romanos 5:3-5 dice:


Y no solo en esto, sino también en nuestros sufrimientos, porque sabemos que el sufrimiento produce perseverancia; la perseverancia, entereza de carácter; la entereza de carácter, esperanza. Y esta esperanza no nos defrauda, porque Dios ha derramado su amor en nuestro corazón por el Espíritu Santo que nos ha dado.

Sufrimiento… perseverancia… carácter… esperanza.

Las luchas financieras pueden hacernos más compasivos con quienes tienen menos que nosotros y nos ayudan a aprender a hacer presupuestos.

Las luchas por la salud nos hacen sentirnos agradecidos por la atención médica y por una mejor salud cuando llega.

Las luchas en las relaciones nos ayudan a apreciar a aquellos amigos o familiares que nos animan.

Piensa en las luchas que experimentaron algunos de los personajes de la Biblia:

Noé y su familia perdieron a todos sus conocidos en el diluvio. Cuando se abrió la puerta del arca, entraron en un mundo donde no había nadie más.

Sara era estéril, deseaba tener un hijo y su sierva se burlaba de ella.

Noemí perdió a su marido y a sus dos hijos mientras vivía en una tierra extranjera.

David se encontró en un lugar oscuro, lejos de sus días de pastor y de su gloria como rey después de tomar la esposa de otro hombre.

Elías fue odiado por Jezabel y huyó después de una experiencia en la “cima de la montaña” en el Monte Carmelo.

Daniel fue uno de los numerosos adolescentes capturados y llevados a una tierra extranjera… lejos de familiares y amigos.

El apóstol Pablo habla de sus luchas en 2 Corintios 11:24-29, pero aún pudo escribir:

“Somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó” (Ro. 8:37).

“Pero el Señor es fiel, y él los fortalecerá y los protegerá del maligno” (2 Ts. 3:3).

El escritor de Hebreos da esta seguridad: “fiel es el que hizo la promesa” (Heb. 10:23).

Pertenecemos al Padre y Jesús intercede por nosotros. Cuando surgen dificultades, debemos recordar las palabras escritas hace mucho tiempo por David: “El Señor está conmigo y no tengo miedo; ¿qué me puede hacer un simple mortal?” (Sal. 118:6)

Tenemos la seguridad de que Dios es fiel, que Jesús es nuestro Abogado y que el Espíritu vive en nosotros, ¡así que usemos estas luchas para vivir como “hijos de Luz”! (Ef. 5:8)

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