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Escrito por Johanna Zabala, voluntaria del Ministerio Hermana Rosa de Hierro en Venezuela
La esperanza es parte importante de la riqueza del corazón humano, pues nos capacita para los frutos de la paciencia, la fe y la paz. Esto hace que, al pensar en la esperanza, nos vincule con la fe y el amor de Dios que preciosamente se enlazan.
Cuando pienso en la esperanza, me siento heredera a través de la firme convicción de que existe una vida eterna (Tit. 3:7). Esto me motiva, a través del Espíritu Santo, a vencer las dificultades y todo tipo de obstáculos que se presentan en esta vida terrenal, viviendo una consagración total hacia Dios.
En el diario vivir, se observa una sociedad convulsionada debido a tanta maldad, sufrimiento, adversidades y problemas. Considero que esto ha causado que muchas personas hayan perdido la esperanza, sin reconocer la verdadera esperanza en el Autor de la salvación, Jesucristo (Heb. 12:2).
Con esto en mente, quisiera expresar un ejemplo de la situación actual que vivimos hoy en día en mi país, Venezuela. Día tras día, las personas sufren por la crisis económica; falta de fuentes de trabajo, racionamiento eléctrico por parte del estado (entre 2 y 4 horas diarias), falta del alimento básico en muchos hogares, incluyendo hogares cristianos. Hay centros asistenciales de salud en mal estado, decadencia en el sistema educativo, deterioro y falta de atención en diversas instituciones del estado, represión y persecución a toda aquella persona que se opone al sistema gubernamental.
Cada una de estas situaciones nos ha forjado el carácter espiritual y el entender que no debemos poner nuestra confianza en un sistema político o un poder terrenal, ni en las cosas que vemos o nos rodean, ya que si lo hacemos, perderemos la convicción y la esperanza de lo real, que es la promesa de la vida eterna. Esto ha fortalecido mi vida espiritual, como hija del Dios Altísimo, al confiar en todo momento en Su voluntad y tener esa relación íntima con Él a través de la oración y el estudio de la Palabra, permitiendo al Espíritu Santo guiarme a vivir en lo sobrenatural (espiritual) haciendo la voluntad de Dios, sólo con la paz y tranquilidad que Él me puede dar (Ro. 5:1-5).
No debo poner mi esperanza en las cosas de este mundo (1 Co. 15:19). A mi parecer, la esperanza es la certeza en el presente y la expectativa firme para el futuro, teniendo puestos los ojos en Jesucristo. Es por esta razón que hago énfasis en llevar con amor la esperanza de vida eterna a todo aquel que está desesperanzado y predicarle el glorioso evangelio de nuestro Señor Jesucristo para la salvación de su alma.
Cuando comienzo a experimentar y entender el plan y el propósito de Dios en mi vida, desarrollo una profunda relación con Cristo, confío en Su voluntad y comienzo a dar pasos firmes aún en medio de las tempestades; porque fuimos llamados a una sola esperanza (Efesios 1:18). Amadas, debemos entender la esperanza como un vínculo y elemento esencial que nos permite una transformación espiritual, fortalece nuestra fe y nos da seguridad y confianza en el poder de Dios.
Te animo a no perder la esperanza porque esto trae bendiciones espirituales a nuestra vida, incluyendo a nuestra familia, y se ve reflejada de las siguientes maneras:
1. Nos lleva a alabar y glorificar a Dios.
2. Nos causa gozo y regocijo.
3. Nos renueva de día en día.
4. Nos inspira a vivir una vida en santidad.
5. Nos inspira a la perseverancia.
6. Nos inspira seguridad y firmeza.
7. Nos inspira paz y tranquilidad.
Considerando cada uno de estos aspectos, no debemos arriesgarnos a perder estas bendiciones, sino a vivir en santidad y obediencia para agradar a nuestro Dios, anhelando con anticipación Su gloriosa venida, la cual es el fundamento de nuestra fe y esperanza.
Actualmente, como hijas de Dios, cada primer día de la semana, en cada una de nuestras congregaciones anunciamos la tan esperada venida de nuestro Salvador Jesucristo por medio del servicio de adoración en el momento que hacemos el recordatorio o memorial en la Cena del Señor, así como lo dice el apóstol Pablo en 1 Corintios 11:23-26, pero especialmente en el versículo 26, en donde menciona que esperamos, anticipamos y anunciamos Su venida o retorno. Entonces, ¿Esperas con alegría el regreso de nuestro Señor Jesucristo?
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Escrito por Karoline Diogo, voluntaria del Ministerio Hermana Rosa de Hierro en Campo Grande, Brasil
Amada, recientemente escuché la frase: “La buena noticia es que ¡hay aceite para todos hasta que Jesús regrese!” Reflexionando en esta frase, leí Mateo 25:1-13, la Parábola de las 10 vírgenes. Esta parábola nos ayuda a tener esperanza en el regreso de Cristo y a saber si estamos preparadas para ello.
Ser llena del Espíritu Santo es una decisión individual. No podemos desbordarnos del Espíritu y dar un poco a los demás. Es una decisión personal; Dios no decide por nosotras.
Al igual que las vírgenes, podemos analizar nuestra vida cristiana, ya sea que esté bien o esté mal. Muchas veces me pregunto, y comparto mi pregunta con ustedes para que reflexionemos juntas: ¿Qué vida cristiana estamos llevando? ¿Cómo sabemos si estamos listas para el regreso de Cristo? Mateo 24:36-37 dice que no sabemos el día ni la hora, pero los días serán como los de Noé, la gente estaba tan consumida por las ocupaciones mundanas que no pensaba en las consecuencias que Dios impondría. ¿Hemos llegado ya a esos días?
Para estar preparadas, debemos estar llenas del Espíritu Santo, quien es el combustible de nuestra vida cristiana.
En Hechos podemos ver que una persona que está llena del Espíritu Santo es fructífera, se complace en servir al Señor, tiene una vida gozosa, es promotora de paz y comunión en la iglesia y tiene una vida poderosa ante Dios y los hombres.
En Lucas 21:34-36 leemos sobre el cuidado constante que debemos tener con nuestra vida y mirar nuestro caminar. Debemos tener cuidado de que pase lo que pase en nuestra vida, no perdamos nuestro enfoque: CRISTO. El versículo 36 nos dice que estemos atentas y orando. ¡A menudo con el ajetreo de la vida cotidiana, nos olvidamos de cuidar nuestra vida espiritual y perdemos el camino de la salvación!
En Hebreos 12:14 vemos que necesitamos el proceso de santificación para ver al Señor. Ser santa significa estar cada vez más lejos del pecado y más cerca de Dios, enfocadas en practicar la Palabra de Dios. En Efesios 5:25-27, Pablo habla un poco de cómo Cristo santifica a la iglesia. Amadas, nuestra esperanza en las cosas de Dios y en la eternidad es infinitamente mayor que las expectativas de las cosas de este mundo.
Lee Apocalipsis 21:1-14. ¡Esta tiene que ser nuestra verdadera esperanza! Lo que se está preparando para nosotras es incomparable con cualquier cosa en esta tierra. Nuestras expectativas deben ser en la eternidad (Ro. 8:18).
Hoy quiero animarte. Muchas de nosotras no conocemos el verdadero significado de la esperanza, y cuando sucede algo malo nos desanimamos ante Dios. Apocalipsis 3:8 es un estímulo para que guardemos la Palabra del Señor y la practiquemos, tal como en Santiago 1:22, que nos dice que no seamos sólo oyentes, sino hacedores. Nuestra fe debe ser inquebrantable frente a la oposición.
Al pensar en una boda como la de la parábola, me vino este pensamiento: “¿Cómo es la entrada de una novia?” Todo el mundo quiere verla, pero en realidad, ¡la novia quiere ver al novio y el novio quiere ver a la novia! ¿Lo entiendes? No perdamos la esperanza en Cristo y, que cuando Él venga, como la novia, estemos preparadas y por mucho tiempo veamos a Jesús tal como Él es. ¡Que mantengamos viva nuestra esperanza y que lo exaltemos en ese día con mucha alegría! Manténgase firmes en el Señor Jesucristo.
“Por lo demás, hermanos míos, alégrense en el Señor. Para mí no es molestia volver a escribirles lo mismo, y a ustedes les da seguridad” (Fil. 3:1 NVI).