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Escrito por Michelle J. Goff, fundadora y directora ejecutiva del Ministerio Hermana Rosa de Hierro
“Enseñando y aprendiendo a través de las relaciones” fue el tema para el año 2023. Gracias a las muchas escritoras cuyas voces lo expandieron a través de las Escrituras y a las que compartieron sus propias historias sobre cómo la práctica se llevaba a cabo.
Relaciones, sean formales o informales, forman un ambiente para enseñar, aprender, modelar y mentorear. Con el tiempo, esas relaciones se profundizan. Pero ninguna relación puede profundizar sin comprometerse con esa relación.
Luis y Faby Gómez y yo, juntos con otros venezolanos que sirvieron brevemente, colaboramos para establecer una nueva congregación en el este de Caracas. Pronto, comparamos el nacimiento de una nueva iglesia al nacimiento de un hijo. Y cuando uno forma parte de ese proceso, ya es familia de por vida.
Nos mantuvimos en los momentos más altos y los más bajos. Como congregación nueva, oramos y partimos el pan juntos, compartimos comida y tiempo en la Palabra, siempre en comunión. Como equipo, caminamos fatigosamente por las desafiantes trincheras de persecución, las amenazas de vecinos y los tropiezos de bebés en Cristo aprendiendo a caminar en Él. Enseñamos, aprendimos y crecimos. Cometimos errores y perdonamos.
En algunos momentos de desesperación profunda y persecución, recuerdo reflexionar sobre si continuar o no. Con mucha oración, afirmamos el compromiso hacia Dios y los otros individualmente y como grupo. Íbamos a perseverar, mantener el camino y confiar en Dios en medio de las pruebas.
Más de 20 años después, reflexiono sobre esos primeros años y la profundidad de relación familiar que mantengo con mis amigos Luis y Faby y sus hijos, Daniel y Andrés. Como me mudé a Venezuela cuando Daniel sólo tenía 7 meses, no me sorprendió que su primera palabra fuera, “Chel” (su nombre de tía para mí).
Esa profundidad de relación y conocimiento íntimo no se da de un día para otro. Requiere compromiso, sacrificio y vulnerabilidad.
Hasta que la pandemia paró mis viajes, pude ver y seguir en la obra del Reino junto con la familia Gómez presencialmente, durante al menos una semana por 16 años seguidos. Si Dios quiere, estaré nuevamente con ellos de visita en agosto del 2024.
¡Estoy eternamente agradecida por Luis, Faby, Daniel y Andrés… y gracias a Dios, por docenas más de amistades profundas como colaboradores en el Reino (Fil. 1:5-6)! Una historia y un patrón de transparencia fueron establecidos y seguidos como hermanos y hermanas en Cristo. Muchas relaciones no han sido fáciles, pero con Dios en el centro, han sido posibles… por nuestro compromiso mutuo.
El compromiso a Dios y el compromiso a otros son necesarios para profundizar relaciones.
Al hacer la transición entre un énfasis en “Enseñar y aprender a través de las relaciones,” te quiero animar a mantener esas lecciones en mente. “Comprometida con Cristo, 24x7 en el 2024” no se puede lograr sin las relaciones.
La mayor profundidad de relación ilustrada fue la entre Padre e Hijo cuando Jesucristo se hizo carne y habitó entre nosotros (Jn. 1:1, 14).
Te desafío hoy a renovar tu compromiso a enseñar y aprender a través de la relación más vital como seguidores de Cristo. Por ese compromiso, la profundidad vendrá. El tiempo, la comunicación y las experiencias compartidas enriquecerán una relación profunda con el Dador de vida. Es en Él “vivimos, nos movemos y existimos” (Hch. 17:28).
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Escrito por Brenda Davis, voluntaria del Ministerio Hermana Rosa de Hierro en Arkansas
“Sobre todo, amaos los unos a los otros profundamente” (1P. 4:8a, NVI)
Dios no nos creó para vivir solos la vida. Tengo la suerte de estar rodeada de personas que amo y que me aman. La Palabra de Dios está llena de recordatorios de que debemos amarnos unos a otros. Jesús habló claramente sobre cómo debemos amar. “Y este es mi mandamiento: que se amen los unos a los otros como yo los he amado” (Jn. 15:12).
¿Pero es suficiente con simplemente amar? Pablo les dice a los romanos: “Ámense unos a otros con un afecto genuino y deléitense al honrarse mutuamente” (Ro. 12:10 NTV). Me encanta este concepto. ¿Imagínate cómo sería el mundo si todos intentaran deleitarse al mostrar honor unos por otros? Pedro también va más allá al animarnos a amar cuando dice que debemos amarnos unos a otros profundamente.
Este profundo amor se demuestra en la relación entre Pablo y Onésimo. Los dos se hicieron amigos tan cercanos que Pablo se refiere a Onésimo como “mi propio corazón” (Flm. 1:12). Otra conmovedora historia de este tipo de amor es la de David y Jonatán que se encuentra en los libros de 1 y 2 Samuel. Su relación se basó en la lealtad, la confianza y el amor tan profundo que Jonatán incluso arriesgó su vida para proteger a David de la ira de su padre.
Si buscas en Google “Cómo profundizar tus relaciones espirituales”, ¡obtendrás alrededor de 293.000.000 de resultados! Afortunadamente, las Escrituras brindan amplia guía sobre cómo desarrollar este tipo de amor más profundo.
Empieza por enfocar tus relaciones en cosas que son verdaderas, respetables, justas, puras, amables, dignas de admiración, excelentes y merecedoras de alabanza (Fil. 4:8). Como dice 1 Tesalonicenses 5:11: “Anímense y edifíquense unos a otros”.
Aquí hay tres sugerencias adicionales para desarrollar un amor más profundo en nuestras relaciones.
Permanecer juntos en la Palabra
Las relaciones profundas se basan en verdades bíblicas. Cuando no profundizamos en las Escrituras para ver cómo amar profundamente, es difícil construir una relación basada en la verdad y la honestidad. Pero cuando dejamos que las Escrituras nos guíen, nuestras relaciones crecen y alcanzan la madurez, como afirma Pablo en Efesios 4:15 (NVI): "Más bien, al vivir la verdad con amor, creceremos hasta ser en todo como aquel que es la cabeza, es decir, Cristo.”
Tener conversaciones más profundas
La conversación con alguien a quien amamos debe edificarnos y “estimularnos al amor y a las buenas obras” (Heb. 10:24b). Pero a menudo pasamos conversaciones enteras hablando de nuestros hijos, acontecimientos actuales y actividades sociales, ignorando las oportunidades de profundizar en la vida de los demás en lugar de compartir nuestras historias, luchas y sueños.
Al profundizar, estas conversaciones a menudo pueden llevar a áreas difíciles y es posible que se nos presenten algunas verdades duras. Las conversaciones difíciles son parte del crecimiento espiritual, y cuanto más sinceros seamos, más duras y dolorosas pueden ser. Pero “más confiable es el amigo que hiere” (Pr. 27:6a). ¡La profundidad requiere valentía!
Cuando amas profundamente a alguien, es casi como si no hubiera nada que no pudieras compartir con esa persona. Puedes decirle cómo te sientes realmente, sabiendo que no traicionará la confianza del otro. "La gente chismosa revela los secretos; la gente confiable es discreta" (Pr. 11:13). Sabes que no te juzgarán y cuando experimentas esta falta de juicio, te sientes segura y protegida.
Además, puedes sacar a relucir temas delicados con ellos porque sabes que puedes ser abierta y honesta. ¿Eres una amiga honesta? ¿Solo les dices a tus seres queridos lo que necesitan oír, o es más importante simplemente agradarles? Cuando amamos profundamente, les decimos la verdad cuando vemos que van por el camino equivocado, aunque al principio pueda ser doloroso.
Escuchar
A veces, puedes comunicar más solo con tu presencia que con palabras. El amor profundo significa prestar atención sin interrumpir. Mantener contacto visual y escuchar activamente lo que la otra persona tiene que decir, responder con expresiones faciales y lenguaje corporal sinceros envía un fuerte mensaje de amor.
Santiago nos exhorta a ser “prontos para oír” y “tardos para hablar” (Stg. 1:19). En Proverbios 18:2 leemos: “Al necio no le complace la inteligencia; tan solo hace alarde de su propia opinión”. Por eso, Pablo dice: “No hagan nada por egoísmo o vanidad; más bien, con humildad consideren a los demás como superiores a ustedes mismos. Cada uno debe velar no solo por sus propios intereses, sino también por los intereses de los demás” (Fil. 2:3-5).
Queridas hermanas, ¡amad profundamente! “Y que el Señor haga crecer y sobreabundar el amor que tienen unos por otros y por toda la gente, tanto como sobreabunda nuestro amor por ustedes” (1 Ts. 3:12, NTV).