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Me cuesta dormir. Me acuerdo de mis sueños locos cada mañana, así que me hace pensar que no llego a la profundidad de sueño que se requiere para dormir bien aun cuando me caigo dormida por fin. Además, funciono mejor de noche, soy más productiva y creativa. No sirvo tan bien por las mañanas.
Esa situación se me dificulta bastante los domingos por la mañana... un local caluroso hace que mis párpados sean aún más pesados a la hora de la prédica. A veces me paro al fondo para poder mantenerme despierta y atenta.
Recientemente, en un tiempo devocional, leímos Salmo 121, donde menciona que Dios no duerme ni se adormece. Una connotación es que ni siquiera le da sueño. ¡Qué bendición! Dios me está cuidando y está atento a todo lo que hago y lo que los demás hijos suyos hacen, sin un parpadeo, sin que le de sueño. Su Espíritu que se movía sobre la superficie de las aguas sigue moviendo para cuidarnos y estar pendiente.
Qué reflexión de tanta paz. Puedo descansar segura sabiendo que Dios no se adormece. Él está en control de todo. Y eso me llena de paz.
"A las montañas levanto mis ojos; ¿de dónde ha de venir mi ayuda? Mi ayuda proviene del Señor, creador del cielo y de la tierra. No permitirá que tu pie resbale; jamás duerme el que te cuida. Jamás duerme ni se adormece el que cuida de Israel. El Señor es quien te cuida, el Señor es tu sombra protectora. De día el sol no te hará daño, ni la luna de noche. El Señor te protegerá; de todo mal protegerá tu vida. El Señor te cuidará en el hogar y en el camino, desde ahora y para siempre." (Salmos 121:1-8 NVI)
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¿Quisieras despertarte a una vida distinta? ¿Una vida en la que estuvieras libre de dolor? ¿O todos tus hijos anduvieran en la verdad? ¿Un día en el que tu jefe no te gritara? ¿O te adelantaras en todos tus proyectos? ¿Qué tal el trabajo, la casa, la familia, y las vacaciones de tus sueños?
Salmo 37:4 dice, “Deléitate en el Señor y él te concederá los deseos de tu corazón.”
¿En qué te deleitas?
En vez de despertarte a una nueva vida hoy, te invito a despertarte a una nueva perspectiva. El Espíritu Santo lo hace posible. Entre más me deleito en el Señor, más confío en Él para transformar los deseos de mi corazón a que se alineen con los deseos de Su corazón.
Señor, confío en ti. Muchas veces quisiera cambiar las circunstancias de mi vida o quisiera que mi vida se viera más como en los sueños que soñé. Pero el mayor deseo de mi corazón es el de ser un deleite a ti como Tu hija, a deleitarme en lo que Te trae deleite y a ser transformada en los deseos de mi corazón. Gracias por Tu paciencia conmigo en ese proceso de transformación. Gracias por Tu Espíritu Santo que me ayuda en esta transformación. En el nombre de Jesús, Amen.
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