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Comprar una casa trae ciertos riesgos, especialmente si es una casa vieja. Cada día trae nuevas sorpresas de cosas que requieren atención.
Una sorpresa en mi casa fue el daño que hizo el lavaplatos al morir. Dejó mucho agua bajo el piso y ruinó la madera que absorbió el agua.
Sacamos el piso ruinado y encontramos mol y más daño bajo la superficie de lo que esperamos.
Mientras tanto, mi mamá estaba coordinando unas remodelaciones en su propia casa. Detrás de una de las paredes en la cocina, encontraron evidencia de un incendio.
Las dos casas presentaron una fachada excelente, pero hasta que investigamos, no sabíamos lo que estaba pasando bajo la superficie.
Eso pasa con las personas también. Ponemos una máscara: la cara sonriente que “todo está bien,” especialmente los domingos en el servicio frente a los hermanos. ¿Pero a quién estamos engañando?
Dios sabe mejor que nadie lo que está pasando adentro.
Una vez que dejamos que Dios revele lo que está pasando bajo la superficie, Él ya nos puede ayudar a resolver el problema, redimir el quebranto, y sanar las enfermedades.
Pero Él no espera que lo hagas a solas. Nos ha dado la comunidad de la iglesia, llena de otras personas imperfectas. Te invito a compartir lo que está pasando bajo la superficie en tu vida con una hermana en Cristo. Las dos pueden compartir un momento honesto en el cual quitan las máscaras y se unen en oración y apoyo la una para la otra.
Puede ser un proceso doloroso, pero recuerda la belleza por dentro y por fuera que vendrá luego.
Salmo 103:1-5
Bendice, alma mía, al Señor,
y bendiga todo mi ser su santo nombre.
Bendice, alma mía, al Señor,
y no olvides ninguno de sus beneficios.
El es el que perdona todas tus iniquidades,
el que sana todas tus enfermedades;
el que rescata de la fosa tu vida,
el que te corona de bondad y compasión;
el que colma de bienes tus años,
para que tu juventud se renueve como el águila.
P.D. Los elementos comunes son una buena herramienta para facilitar ese tiempo en conversación y oración, con Dios y con una hermana cristiana.
#HermanaRosadeHierro #grupospequeños #salmo
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Para cerrar este mes, voy a compartir una historia más, del capítulo 12 de ¿Quién tiene la última palabra? Con su historia, esta hermana nos da un excelente ejemplo de cómo reconoció la mentira, la reemplazó con la verdad, y recordó la verdad a través de la Palabra de Dios.
La historia de Linda
El enemigo es muy engañoso. Conoce nuestras debilidades y está listo para atacar cuando se le abren las puertas. “Su enemigo el diablo ronda como león rugiente, buscando a quién devorar” (1 Pe. 5:8). Dios nos ha dado la responsabilidad de mantenerlo como nuestra Puerta.
Y cuando pensé que mi puerta estaba segura, me encontré en un lugar muy vulnerable. Y la razón principal por la que estaba vulnerable: No estaba permitiendo que Dios fuera el Señor de mi vida.
Mi esposo, Dan, y yo estábamos criando a tres hijos bellos. Dan trabajó duro para proveer para nosotros, para que yo pudiera ser ama de casa: un privilegio que siempre quise tener. Hicimos todo lo posible para criar a los hijos en el Señor: asistir a la iglesia, a la clase dominical, e involucrarlos en las actividades de jóvenes. Pagamos para que asistieran a una escuela cristiana, y fueran activos en su servicio a Dios, rodeados por amigos cristianos.
Aprendimos bien “la manera de la vida cristiana.” No fue fácil. Los dos crecimos en hogares con mucho amor, pero los padres de ninguno de los dos eran cristianos. No tuvimos el ejemplo de un hogar cristiano. Doy gracias a Dios por las bendiciones y los privilegios con los cuales nos bendijo, y la misericordia que nos extendió al ser padres.
Desde afuera, nuestra vida se veía bien bonita. Pero yo había aprendido a presentar buena apariencia. En otras palabras, no estaba en una relación profunda con Dios para decir que le conocía muy bien, para depender de Él en vez de en mí misma. Entonces, una de las primeras mentiras que creí fue la de que mi vida era “suficientemente buena.” Especialmente cuando comparé mi vida con la de mis padres. Hacía mejor que ellos. El pecado de la arrogancia.
Mi esposo llevaba unos años con su propio negocio. El ser auto-empleado tenía sus propios desafíos, y definitivamente requería mucho tiempo y energía. Y para hacer una historia larga más corta y no escribir mi propio libro dentro de el de Michelle, te lo voy a decir directamente: Caí en la relación pecaminosa de una aventura.
Fue una decisión egoísta de mi parte y no hay ninguna excusa buena. No echo la culpa a más nadie. Pero por el otro lado, me he arrepentido, he sido perdonada y redimida por el amor, la gracia, y la misericordia de nuestro Dios maravilloso y victorioso. Mi esposo y mi familia también me han regalado ese mismo amor y perdón. Se ha restaurado nuestro matrimonio. ¡Toda honra y gloria a Dios!
Fue poco después de que mi hija mayor se graduó de la secundaria. Mis hijos ya estaban más independientes, y no me sentía tan necesitada por ellos. Mi esposo estaba trabajando duro para proveer para la familia y manejar su negocio, así que comencé a sentirme sola y a creer muchas mentiras:
Mentira: No soy importante para mi esposo.
Mentira: No soy una prioridad.
Mentira: Me siento vacía.
Mentira: A mi esposo no le importa lo que hago todos los días.
Mentira: Lo único que él quiere de mí es el sexo.
Mentira: Merezco algo mejor.
Mentira: Este otro hombre se ha convertido en un mejor amigo que mi propio esposo. Le importo más.
Mentira: Este otro hombre me conoce y me entiende mejor que mi propia familia.
Mentira: Dios nos unió.
Creo de todo corazón que, si yo hubiera estado buscando a Dios para llenarme, no me hubiera caído. Su Palabra es verdad y nos puede fortalecer, proteger, y cambiar. Y sin ella, no tendría esperanza. Si me hubiera quedado en ese camino de pecado, no tendría el poder de Dios dentro de mí para ver la verdad de Sus promesas ahora. Él trae bondad, misericordia, gracia, y fidelidad a mi vida.
Por siempre estaré agradecida a Dios por Su compasión, Su amor, y Su paciencia. Nos dice que nunca nos dejará ni nos abandonará. ¡Es una promesa y la creo! Aunque volteé y le abandoné, Dios me persiguió y luchó por mí. Él ama a cada una de nosotras con esa profundidad e intensidad. Alabo a Dios por la verdad de Su Palabra que me sacó de un pozo horrible, y de vuelta a Sus brazos amorosos. Pero después de comenzar en el camino de arrepentimiento, seguí luchando con otras mentiras.
Mentira: Herí a demasiadas personas para ser perdonada.
Mentira: Mi pecado es demasiado grande para una recuperación.
Mentira: Aún si Dios me perdona, más nadie me perdonará.
Mentira: Era tan estúpida. Debería saber qué estaba haciendo. ¿Cómo pude hacer esto a mi familia? (Perdonar a mí misma fue una tremenda lucha.)
Con el apoyo y la paciencia de mi esposo amoroso y mi familia, y también otras personas en mi vida que querían lo mejor para mí, constantemente me señalaron a Dios. Mi buena voluntad y deseo de someter mi corazón a Dios permitió que Él me hablara con palabras de verdad. Algunos de los versículos que resalté en mi Biblia, que me hablaron de la verdad, la esperanza, y el amor que tanto necesitaba fueron:
La verdad es que Dios sabe lo que dice cuando dice, “Toda palabra de Dios es digna de crédito” (Pr. 30:5).
La verdad es que nada de lo que hago o no hago puede cambiar el amor que Dios me tiene. “Porque por gracia ustedes han sido salvados mediante la fe; esto no procede de ustedes, sino que es el regalo de Dios, no por obras, para que nadie se jacte” (Ef. 2:8-9).
Verdad: No tengo que depender de mi propia fuerza. “Te basta con mi gracia, pues mi poder se perfecciona en la debilidad” (2 Cor. 12:9).
Otra verdad: Dios me comprende y me ama, ¡mucho! “Pero tú, Señor, eres Dios clemente y compasivo, lento para la ira, y grande en amor y verdad” (Sal. 86:15).
Verdad: Hay esperanza cuando me someto a Dios, y Él restaurará lo que he echado a perder. “Reconócelo en todos tus caminos, y él allanará tus sendas” (Pr. 3:6).
Verdad: Dios quiere protegerme y bendecir mi vida. “El ladrón no viene más que a robar, matar y destruir; yo he venido para que tengan vida, y la tengan en abundancia” (Jn. 10:10).
La verdad: Dios sabe cuándo voy a caer y Él promete agarrarme. “Tu reino es un reino eterno; tu dominio permanece por todas las edades. Fiel es el Señor a su palabra y bondadoso en todas sus obras. El Señor levanta a los caídos y sostiene a los agobiados” (Sal. 145:13-14).
Alabo a Dios por Su regalo más perfecto, ¡la Biblia! No hay otro camino que nos compunge o nos fortalece más que la Palabra de Dios.
“Que la gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios y la comunión del Espíritu Santo sean con todos ustedes” (2 Cor. 13:14) al vivir la vida abundante que Él ofrece. Amén.
Este mes, estamos resaltando algunas porciones del libro ¿Quién tiene la última palabra? Cortando las mentiras de Satanás con la verdad de la Palabra de Dios. Te invitamos a reunirte con un grupo de mujeres para caminar juntas para Reconocer la mentira, Reemplazar la mentira con la verdad y Recordar la verdad por un versículo bíblico.
#HermanaRosadeHierro #lamentiraylaverdad #QuienTienelaUltimaPalabra