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Escrito por Claudia Pérez, voluntaria del Ministerio Hermana Rosa de Hierro en Alabama
Yendo un poco adelante, se postró sobre su rostro, orando y diciendo: Padre mío, si es posible, pase de mí esta copa; pero no sea como yo quiero, sino como tú […]
Otra vez fue, y oró por segunda vez, diciendo: Padre mío, si no puede pasar de mí esta copa sin que yo la beba, hágase tu voluntad”. (Mt 26:39, 42, RV1960)
Al leer estos dos versículos, visualizo ese momento en el cual nuestro Señor nos muestra una completa humildad y sumisión; pero a su vez, ese momento de tensión que estaba más allá de toda comprensión humana. Ese momento de separación momentánea de Su comunión con el Padre para redimir y ofrecer salvación a toda la humanidad.
Nuestro Señor obedeció sujeto a la voluntad del Padre, experimentando una agonía tal que es incomprensible e inexplicable para cada una de nosotras: nuestro Señor hecho carne. Aunque nos cuesta entender los designios de nuestro Dios para nuestra expiación, Jesús sí los comprendía. Su agonía y angustia le llevarían hasta la muerte, por lo cual Él sabía que sólo nuestro Dios podía ayudarlo.
En estos días, mi familia y yo atravesamos una situación difícil, en la cual decidimos esperar y confiar en la voluntad de Dios una vez más. Una prueba más que atravesamos con mucha fe y tomados de la mano del Señor en unión con nuestra familia en Cristo.
Recordé un canto en inglés que traducido al español dice así:
El Señor tiene un propósito
y yo tengo la necesidad
de seguir ese propósito,
de ser humilde y esperar,
de descansar en Él,
de sentir seguridad,
estar completa
y ser bendecida
al seguir el propósito de mi Padre.
(The Lord has a will, and I have a need, to follow that will, to humble be still, to rest in it, nest in it, fully be blessed in it, following my Father’s will).
Es en estos momentos donde nos vemos sin control alguno de la situación, cuando podemos sentirnos inseguras, desprotegidas y con temor. Pero Dios nos dice: “No tengas miedo, confía en Mí”. La situación o problema puede parecer muy grande ante nosotros los humanos, sin embargo, en manos de un Dios Todopoderoso no solo tiene la mejor respuesta, si no que tiene un propósito divino. Hay momentos en nuestra vida que parecen no tener sentido, y pensamos que lo que Dios está haciendo en nuestras vidas tampoco lo tiene. Y es en esos momentos donde la voluntad de Dios se está cumpliendo en nosotros para que Su propósito sea cumplido y Su nombre sea glorificado.
Me encuentro en un hospital, en una situación compleja mientras escribo este artículo. Pero en esta situación difícil, he visto la voluntad de Dios en todo lo que hemos pasado. Estando aquí, nos encontramos a unos hermanos quienes han estado aquí por seis semanas, con una situación aún más difícil. Les visitamos, oramos juntos, cantamos y compartimos. Aún recuerdo las palabras de nuestro hermano: “Habernos encontrado no es coincidencia, es por la voluntad de Dios, Dios sabe cuánto necesitaba esto, porque me sentía decaído y triste”.
Cuando nos sometemos a la voluntad de Dios, Él nos usa aún en esos momentos difíciles de tribulación, de angustia y de incertidumbre para alentar a otros.
En estos momentos, también vimos el amor de la familia de Dios. Aun en la distancia, Dios nos ha dado una gran familia quien nos consuela y nos muestra su apoyo. Ese amor proviene de Dios. Es hermoso ver el cuerpo de Cristo unido, orando unos por otros, mostrando el poder de Dios al mundo. En estos momentos difíciles, dos personas han sido agregadas a esta gran familia. ¡El nombre de Dios está siendo glorificado! Hoy vamos a casa, salimos del hospital y aún nos falta un camino por recorrer para la recuperación de mi familiar, y seguiremos confiando en Dios, porque sabemos que El que inició la obra, habrá de terminarla.
Aun cuando las cosas parecen no tener sentido, debemos postrarnos y orar: Señor, entiendo que esto es difícil y quizá no lo comprenda ahora, pero quiero aceptar que Tu voluntad se haga y no la mía. Quiero ver Tu propósito en esta situación y que Tu nombre sea glorificado. Úsame como instrumento, quizás no es lo que yo quiero, pero sé que lo que Tú quieres es mucho mejor, me rindo a Tu voluntad y espero en Ti.
Hermana y amiga, hoy oro a Dios para que, en los momentos difíciles, permitas que tu voluntad se someta a la agradable y perfecta voluntad de Dios. Recordemos, hermanas, las palabras de Jesús: “Jesús le dijo: ¿no te he dicho que, si crees, verás la gloria de Dios?” (Jn 11:40).
¿Deseas someter tu voluntad, rendirte, y esperar en Él? ¿Estás dispuesta a creer para ver la gloria de Dios?
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Escrito por Ann Thiede, voluntaria del Ministerio Hermana Rosa de Hierro en Arkansas
A medida que nos esforzamos por comprometernos con Cristo las 24 horas del día, los 7 días de la semana en 2024, es posible que haya algunos caminos tumultuosos y valles profundos por delante. Confiar en Él y someterse a Su voluntad cuando el camino es suave con pocos giros y vueltas es mucho más fácil. Consideremos a dos personas en la Biblia y cómo respondieron: José y Jesús.
En Génesis 37 al 50, destaca José, el undécimo de doce hijos, favorecido por su padre, Jacob. Compartir sueños de su preeminencia sobre los hermanos aumentó los celos y la ira en sus corazones. Como resultado, lo agarraron, lo arrojaron a una cisterna y lo vendieron (valle profundo) a los comerciantes que iban a Egipto. A pesar de ser vendido de nuevo como esclavo a uno de los funcionarios del faraón (giro), el gobernante ve la calidad de José y lo pone a cargo de su casa. Tentado por su esposa a acostarse con ella, José responde: “¿Cómo podría yo cometer tal maldad y pecar así contra Dios?” (Gn. 39:9b NVI). Sus mentiras de abuso hacen que José sea arrojado a la cárcel (tumulto). Algunos años más tarde, Faraón nombra a José segundo al mando cuando Dios le revela el significado de los sueños de Faraón: Siete años de gran cosecha y siete años de sequía severa.
Varios años después del inicio de la sequía, los hijos de Jacob viajan a Egipto para comprar grano para alimentar a sus familias. José los reconoce, aunque ellos no lo reconocen a él. A través de la intriga y una gran humillación de los hermanos culpables, José revela su identidad. Merecían la cárcel o algo peor, pero en lugar de eso, José responde con estas palabras:
Pero ahora, por favor no se aflijan más ni se reprochen el haberme vendido, pues en realidad fue Dios quien me mandó delante de ustedes para salvar vidas... para salvarles la vida de manera extraordinaria y de ese modo asegurarles descendencia sobre la tierra. (Gn 45:5,7)
Estas palabras pronunciadas por José, y su vida retratada en Génesis, muestran claramente a un hombre dedicado a confiar en Dios y someterse a Su voluntad a pesar de los giros, las vueltas y los valles profundos. Las palabras anteriores también podrían ser un vaticinio del Señor Jesucristo.
Antes de nuestra asombrosa liberación en la cruz, Jesús agonizó en oración a Dios, pidiéndole tres veces: “Padre, si quieres, aparta de mí esta copa; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya” (Lc 22:42). Las Escrituras dicen que Sus oraciones eran tan fervientes que Su sudor caía como gotas de sangre al suelo (v. 44). Jesús sabía lo que se avecinaba: una agonía física extrema y la agonía espiritual de llevar nuestros pecados (valle profundo).
Antes de este evento, a lo largo de los Evangelios, Jesús vivió una vida confiando plenamente en Su Padre, Dios…
- Incluso cuando fue tentado por Satanás justo antes de que comenzara su ministerio y después de ayunar 40 días (Lc 4:1-13).
- Incluso cuando “muchos de sus discípulos le volvieron la espalda y ya no andaban con él” (Jn 6:66)
- Incluso cuando fue traicionado por uno de Sus doce discípulos elegidos, Judas Iscariote (Jn 13:21-30).
- Incluso cuando fue repudiado tres veces por uno de Sus amigos más cercanos, Simón Pedro (Lc 22:54-61).
- Incluso cuando se burlaron de Él, lo golpearon, lo azotaron, lo coronaron con espinas y le clavaron clavos en las manos y los pies cuando fue crucificado.
Cuando Jesús fue arrestado, Pedro, en su defensa, cortó la oreja del siervo del Sumo Sacerdote. Jesús respondió: "¡Vuelve esa espada a su funda! ¿Acaso no he de beber el trago amargo que el Padre me da a beber?" (Jn 18:11).
No es fácil beber algunas de las copas que se nos dan en esta vida, como una enfermedad grave, un matrimonio roto, la traición de un amigo cercano, la pérdida de un cónyuge o un hijo, los desafíos de una enfermedad mental o ver a un miembro de la familia arrastrado a la adicción o la incredulidad. Nuestro hijo nació con cáncer, diagnosticado a los seis meses. Tercera etapa. Llegué al momento que Jesús conoció cuando clamé muchas veces que se hiciera mi/nuestra voluntad: ¡VIDA! Pero -eventualmente- me rendí a Su perfecta voluntad, pase lo que pase. Y ¡oh! ¡La paz que Él me dio! Podía manejar lo que sucediera. *
Por favor, escucha estas palabras consoladoras de Jesús. Tómatelas como algo personal:
No se angustien. Confíen en Dios y confíen también en mí. (Jn 14:1)
La paz les dejo; mi paz les doy... No se angustien ni se acobarden. (Jn 14:27)
Yo les he dicho estas cosas para que en mí hallen paz. En este mundo afrontarán aflicciones, pero ¡anímense! Yo he vencido al mundo. (Jn 16:33)
¿Cuál es tu copa y cómo dejarás que Jesús te ayude a través de ella?
*Nuestro hijo vivió, ahora tiene 37 años.