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Escrito por Johanna Zabala, voluntaria del Ministerio Hermana Rosa de Hierro en Venezuela
Y todos los que fueron unidos en Cristo en el bautismo se han puesto a Cristo como si se pusieran ropa nueva. (Gal 3:27 NTV)
Hoy, mediante el nuevo nacimiento de agua y de Espíritu, dispongo de la vestimenta más pura y hermosa que nunca antes había tenido ni conocido y, más aún, que me une en Espíritu con Cristo Jesús.
Tan valiosa ropa espiritual de Cristo ahora en mí, recibida por gracia hace vientrés años y para la gloria de Dios, es lo que me une cada segundo de vida a ser constantemente como Él; siendo esto, mi más sublime primer compromiso de amor.
Llamarme hoy cristiana es poder existir cada vez más como Cristo en cada una de las áreas de la vida terrena. Vivir en la unidad con Cristo es además la bendición más completa e integral. Hoy vivo en un mundo cada vez más contrariado, pero el haber sido revestida en Cristo me hace sentir segura, protegida y muy amada.
En analogía a mi nueva vida con Cristo y ya revestida de Él, puedo confirmar que cada cosa vivida y aun por convivir en la voluntad de Dios con mi esposo no era ni es sólo para ser felices, sino para acompañarnos y apoyarnos. No siendo ya dos, sino uno, a lograr en común el carácter de Cristo y ser de este modo, representantes de Su nombre e imagen, con la más grandiosa vestimenta, como lo es Su Espíritu Santo.
Hace tiempo, leí algo que he experimentado en mi propia vida, que en el matrimonio, uno puede adquirir, con más profundidad, la mente de Cristo. Considero que es allí donde se requiere del mismo sentir de Él en amor, sacrificio y en gran manera, dejar de ser uno mismo para ser uno con el esposo y a la inversa.
Leyendo y personalizando Gálatas 2:20 nos dice: “Mi antiguo yo ha sido crucificado con Cristo. Ya no vivo yo, sino Cristo vive en mí. Así que vivo en este cuerpo terrenal confiando en el Hijo de Dios, quien me amo y se entregó así mismo por mi”. Me une no solo en Su única vestimenta divina, sino en Su naturaleza espiritual para seguir Sus pisadas, hacia el camino progresivo que lleva a la meta de vida eterna.
En este momento, al estar casada, y en el transcurrir de los años espirituales, efectivamente he aprendido en esa misma práctica a ser como Cristo. Al seguir siendo yo en emociones, pensamientos y acciones humanas es cuando más necesito de Dios en Su sabiduría, que solo viene del Padre, por medio de Su Hijo y en Su Espíritu Santo que guía el camino a la verdad y a la vida de Cristo.
Como cada uno de los aspectos importantes de esta vida, recuerdo que, en mis primeros años como esposa, después de todo aquello que llamamos color de rosa, comencé a experimentar un arcoíris variado de emociones, creencias y realidades que me llevaron a diversas luchas, cada vez más complejas y que solicitaron, sin duda alguna, de la Presencia divina.
Vienen a mi memoria tantas diferencias que iban surgiendo entre ambos. Recuerdo aquellos momentos de incertidumbre, en donde cada decisión, cada sueño y cada meta ya no eran sólo mis asuntos, sino que ahora eran las decisiones, los sueños y las metas también de mi esposo. Ponernos de acuerdo fue cada vez más arduo. Por ejemplo, fue todo un reto cuando a él le gustaba el gris y a mí el fucsia, cuando a él le gustaban los detalles y a mí lo simple, cuando éramos cada vez más distintos. Pero en el sentir del Señor y Su amor nos hemos complementado cada día en ser uno y en Cristo, revestidos de Él.
Esa equidad nos llena diariamente de un amor que todo lo puede, de un gozo inigualable, de una paz que sobrepasa todo entendimiento, de una firme templanza, una sabia mansedumbre, de grandes porciones de paciencia, un caudal de bondad y de una fe verdadera, características que perfeccionan todo lo que podemos enfrentar para ser siempre como Cristo en cada uno de los momentos o lugares en donde estemos. ¡Qué bendición es ser como Cristo! ¿Estás hoy revestida de Cristo?
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Escrito por Brenda Davis, voluntaria del Ministerio Hermana Rosa de Hierro en Arkansas
"¿A quién vistes esta noche?" Los miembros de la prensa les hacen esta pregunta a las celebridades mientras caminan por la alfombra roja en el estreno de una película o en una entrega de premios, y generalmente se responde con el nombre de un diseñador de moda famoso.
El apóstol Pablo nos dice de quién vestiremos después de ser bautizados: " porque todos los que han sido bautizados en Cristo se han revestido de Cristo " (Gá. 3:27 NVI). Reflexionando sobre esta metáfora, casi puedo sentir la presencia de Jesús abrazándome como una prenda que me queda perfecta.
Veamos lo que la Palabra de Dios dice acerca del bautismo.
QUÉ
En las Escrituras, vemos que el bautismo es la inmersión de un creyente en agua en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Es nuestra respuesta al escuchar y aceptar el mensaje del evangelio, que simboliza nuestra muerte al pecado; el entierro de nuestra antigua vida; y nuestra resurrección a una nueva vida en Cristo. El bautismo es nuestra declaración de fe y representa una promesa incondicional a Dios de hacer Su voluntad.
El bautismo es una imagen de la muerte y de la tumba. Salir del agua representa la resurrección de Cristo (Ro 6:1-4). Entonces, cuando eres bautizado, estás diciendo: "Yo morí con Jesucristo, fui sepultado con Él, y ahora soy resucitado con Cristo a una vida completamente nueva, un yo cambiado".
CÓMO
La raíz griega de la palabra baptizein, de la cual obtenemos la palabra bautizar, significa sumergir, hundir o lavar. Otra palabra que se usa con más frecuencia en todo el Nuevo Testamento es baptizō que significa sumergirse totalmente, ahogarse o sumergirse en el agua.
Encontramos varios ejemplos de bautismos en el Nuevo Testamento donde la evidencia apunta a la inmersión. Juan el Bautista bautizó en Enón, cerca de Salim, que está a lo largo del río Jordán, "porque allí había mucha agua" (Jn. 3:23). Después del bautismo de Jesús, "al subir del agua" (Mc. 1:10). Y tanto Felipe como el eunuco " ambos bajaron al agua y Felipe lo bautizó" (Hch. 8:38).
POR QUË
El bautismo no me parece una mera sugerencia, sino más bien algo extraordinariamente importante en la medida en que se conecta con nuestra salvación. Varios pasajes lo confirman: "Te aseguro que quien no nazca de agua y del Espíritu no puede entrar en el reino de Dios —respondió Jesús" (Jn. 3:5). " El que crea y sea bautizado será salvo, pero el que no crea será condenado" (Mc. 16:16). "La cual [agua] simboliza el bautismo que ahora los salva también a ustedes" (1P 3:21a).
El bautismo es tan importante que las instrucciones finales de Cristo antes de ascender al cielo fueron: "Por tanto, vayan y hagan discípulos de todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles a obedecer todo lo que les he mandado a ustedes" (Mt 28:19-20).
Y cuando estamos revestidos de Cristo, recibimos ricas bendiciones:
El perdón de los pecados y la morada del Espíritu Santo: “Arrepiéntase y bautícese cada uno de ustedes en el nombre de Jesucristo para perdón de sus pecados —contestó Pedro—, y recibirán el don del Espíritu Santo" (Hch 2:38).
Estar unidos con otros creyentes en la iglesia, el cuerpo de Cristo: "Todos fuimos bautizados por un solo Espíritu para constituir un solo cuerpo" (1Co 12:13a). “Así, pues, los que recibieron su mensaje fueron bautizados y aquel día se unieron a la iglesia unas tres mil personas" (Hch 2:41).
CUÁNDO
Toda persona que ha escuchado el mensaje del evangelio y puede tomar una decisión consciente de creer en Cristo es "elegible". Para algunos, el bautismo puede seguir un proceso de estudio, pero el estudio largo de la Biblia no es un requisito. Encontramos que los creyentes del Nuevo Testamento fueron bautizados en respuesta inmediata a escuchar el mensaje del evangelio por primera vez, como en la historia de Felipe y el eunuco en Hechos 8. También se registran otros casos:
“Pero cuando creyeron a Felipe, quien anunciaba las buenas noticias del reino de Dios y el nombre de Jesucristo, tanto hombres como mujeres se bautizaron.” (Hch 8:12)
“Y ahora, ¿qué esperas? Levántate, bautízate y lávate de tus pecados, invocando su nombre.” (Hch 22:16)
“A esas horas de la noche, el carcelero se los llevó y lavó las heridas; enseguida fueron bautizados él y toda su familia.” (Hch 16:33b)
¿POR QUÉ NO?
Hermanas, Jesús dijo: “Si ustedes me aman, obedecerán mis mandamientos” (Jn. 14:15). Si no te has revestido de Cristo en el bautismo, ¿qué podría estar impidiéndote someterte y obedecer a tu Salvador? Te insto a que examines tu corazón y consideres cambiarte de ropa.