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[caption id="" align="alignnone" width="600.0"]Tekisha y Michelle en la Confernecia de Mujeres Maravillas 2015, Iglesia de Cristo Parkway, Sacramento, CA Tekisha y Michelle en la Confernecia de Mujeres Maravillas 2015, Iglesia de Cristo Parkway, Sacramento, CA[/caption]

Siempre hay una historia que da gloria a Dios—una que se nos espera si mantenemos los ojos abiertos y que nos afirman la mano viva y activa de Dios. Que tremenda bendición cuando tenemos la oportunidad de ver lo que el orquestra en nuestra vidas. Nos recuerda de su provisión y que nunca nos deja sola.

La historia que les quiero contar empieza en Baton Rouge en la Iglesia de Cristo del Sur de Baton Rouge en el estado de Luisiana hace varios años. Mis padres trabajaban con los solteros y también con los universitarios. Muchos estudiantes de la universidad estatal de Luisiana y otra universidad llamada Southern se bautizaron durante los años 80 y 90. Me acuerdo de muchos sábados comiendo wafles, reuniones de mucha comida detrás de la casa, o simplemente un tiempo en familia apreciado por los estudiantes y solteros que vivían lejos de sus familias.

Muchas de las amistadas que se desarrollaron durante esos años han seguido y siempre me maravillo de las conexiones que se encuentran en el reino de Dios.

El jueves pasado, después de llegar a Sacramento y conocer a muchas hermanos terminando las preparaciones para la conferencia, quería ya ir a descansar antes de que empezara el evento la siguiente mañana. Ya había preparado mi comida. La mesa con información sobre el ministerio estaba lista con libros y tazas. Y una familia se ofreció para llevarme al hotel en camino a su casa.

Antes de llegar al carro, su hija, Tekisha, su hija visitando de Carolina el Norte para la conferencia, y yo empezamos a conversar. Ella me preguntó de dónde venía para la conferencia.

“Vivo en Denver, Colorado, pero crecí en Luisiana,” fue mi respuesta breve.

“Mi esposo es de Luisiana.”

Respondí de inmediato, “¡Vayan Tigres!” y ella me respondió lo mismo. Las dos, como aficionadas del mismo equipo de fútbol americano, ya hicimos un vínculo más fuerte. Pero fue lo más mínimo del vínculo que Dios ya había realizado.

“Mi esposo, Derrick Brown,” siguió Tekisha, “se bautizó mientras estudiaba en la Universidad de Southern y se reunió con la Iglesia de Cristo del Sur de Baton Rouge.”

“¡No puede ser! Crecí en esa congregación. Seguro que lo conozco. ¿Tienes una foto? Seguro que mis padres lo conocen. Seguro que conocemos a mucha de la misma gente.” Las palabras se me salieron una encima de la otra de tanta emoción y los ojos de Tekisha se engrandecieron con cada frase.

Dado que estuvimos en la costa occidente y el esposo estuvo en la cosa oriente, él ya se había acostado y no pudimos seguir con la conversación con él sobre las conexiones en la costa del Golfo.

La historia que da gloria a Dios de costa a costa a costa apenas había comenzado.

Es noche, mandé mensaje a mis padres. Recordaron a Derrick. Mandé mensaje a George Myer, quien recordó a Derrick también. Además, recordó al mejor amigo de Derrick en aquel entonces, Charles Martin.

Por mensaje, George me informó que Charles estaba recién operado y que apreciaría mucho una llamada de un viejo amigo. Me comprometí pasar el número de Charles a la esposa de Derrick.

No esperaba llegar a la conferencia el viernes por la mañana y encontrar a Tekisha. Ella me encontró primero y afirmó que habló con Derrick esa mañana. “Se acuerda de tus padres porque le dieron de comer.” Me reí al confirmar que así son mis padres de hospitalarios.

“Pues, George, me mandó un mensaje de texto esta mañana y mencionó que Derrick y un hermano llamado Charles Martin eran muy amigos en aquel entonces…”

No pude terminar lo que le quise decir. Ya se le llenaron los ojos de Tekisha con lágrimas.

“¿Tú conoces a Charles? He oído tantas historias de Charles tras los años. Fue el mejor amigo de Derrick pero perdieron contacto. Lleva años tratando de conseguirlo.”

Ya a mí se me habían aguado los ojos. “Te cuento entonces que tengo el número de Charles y como está recién operado en el hospital, es el momento preciso para recibir una llamada de un viejo amigo.”

Tekisha y yo nos abrazamos como si nosotras fuéramos las viejas amigas reconectadas. Nos gozamos al decir que se pudiera suspender el resto de la conferencia porque ya Dios había realizado algo tan maravilloso antes de que empezara el evento.

Que nos acompañes en el gozo que encontramos en una historia que da gloria a Dios—una historia de costa a costa a costa.

¿Qué hacemos cuando se nos baja el nivel de gozo? ¿Cómo respondemos cuando el descontentamiento opaca nuestra perspectiva sobre las bendiciones de Dios?

El fin de semana pasado, compartí el acróstico ADORA como una manera de responder a los que nos preguntan “¿Por qué no te has casado?” Pero estas recomendaciones de la Biblia aplican a más de una falta de satisfacción por nuestro estado civil. Nos pueden devolver un espíritu de gozo—cuando respondemos bien: ¡ADORA!

ADORA =

Anhelar lo mejor (enfocar la visión: Heb. 12:2 y I Cor. 4:18; enfocar los pensamientos: Fil. 4:7-9)

Dar gracias (Fil. 4:4-6)

Orar (I Tes. 5:17)

Reconocer la desilusión (Pasar por el duelo de las expectativas no realizadas – Sal. 31:9)

Amar y servir a otros (Mat. 22:34-40, Mat. 20:28)

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