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¿Alguna vez has leído un versículo y ves algo que jamás habías visto antes? Estaba leyendo en Éxodo 3 y noté algo nuevo sobre Moisés y la zarza ardiente. Dios no le habló de la zarza hasta que Moisés se acercaba a mirar.

“Así que pensó: «¡Qué increíble! Voy a ver por qué no se consume la zarza.» Cuando el Señor vio que Moisés se acercaba a mirar, lo llamó desde la zarza: —¡Moisés, Moisés! —Aquí me tienes —respondió.” (Éxodo 3:3, 4 NVI)

“Cuando el Señor vio que Moisés se acercaba a mirar…” Nunca me había fijado en eso antes. Dios hizo la zarza ardiente, pero esperó con paciencia a que Moisés se acercara a mirar, a tomar la iniciativa para ver lo que Dios estaba haciendo y averiguar más. Fue después de que se acercó que Dios le habló.

¿Qué te está mostrando Dios, pero esperando a que te acerques a tomar el siguiente paso para que te hable y te guíe a transformación?

“Los secretos del Señor son para los que le temen, y Él les dará a conocer su pacto.” (Salmo 25:14, LBLA)

Que tomemos ese siguiente paso y nos acerquemos a mirar lo que Dios está haciendo.

Estaba ayudando a una amiga sacar ropa vieja y que ya no le queda de su closet. Ella me ayudó con lo mismo andes de mudarme. Es increíble como las mujeres coleccionan ropa y otras cosas en el closet. Guardamos ropa que ya no nos queda pero que anhelamos que nos quede cuando perdemos unos kilitos más. Guardamos ropa que nos hacía sentir bien hace años aun si ya tiene huecos de tanto uso. Guardamos ropa que nos hace sentir gorda o fea o triste y no sabemos porque.

La ropa que ponemos afecta cómo nos sentimos y cómo nos sentimos afecta la ropa que escogemos para poner. Sé que en los días cuando me siento triste, no me permito poner pantalón con elástico y me obligo pongo por lo menos un poco de rime y pintalabios. Me hace sentir más linda y más preparada para el día.

La ropa nos transforma—de sentir como una vagabunda a una mujer elegante, lista para salir.

¿Cuánto permitimos que nuestra ropa y maquillaje nos afecte, especialmente cómo nos sentimos como mujeres? ¿Es algo bueno o malo? ¿Cómo lo podemos usar para la gloria de Dios y no para una afirmación mundana?

La pregunta mayor: ¿Cómo somos transformadas cuando recordamos que somos vestidas de Cristo?

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