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Escrito por Kat Bittner, voluntaria del Ministerio Hermana Rosa de Hierro y miembro de la Junta en Colorado
Las relaciones pueden ser difíciles de fomentar. Y, a menudo, son lo más difícil de mantener bajo control. Incluso las mejores relaciones pueden ser complicadas a veces. Sin embargo, la relación con Dios es mucho menos complicada. Es también la más valiosa. Una relación personal con Dios significa amor incondicional por Su parte. Significa redención de lo peor que hayamos hecho. Significa adopción en una familia en la que somos herederos de una gran herencia (Gá. 4:4-7; Ro. 8:17). Más importante aún, relación con Dios significa vida.
Recibimos el regalo de la gracia de Dios, y recibimos la misericordia de Dios sin merecerla (Ef. 2:8; Ro. 9:16). Y recibimos también la esperanza de la vida eterna (1 Pe. 1:3). Sin embargo, para obtener esa vida, debemos entrar en relación con Dios, y sólo podemos llegar a Dios a través de Jesús.
“Yo soy el camino, la verdad y la vida. Nadie llega al Padre sino por mí“ (Jn. 14:6 NVI).
Este es mi versículo favorito porque abarca lo que puede esperar y lo que puedo hacer para vivir verdaderamente. Si espero tener verdad y vida, sólo puedo hacerlo a través de Jesús. Por lo que Dios hizo por mí al sacrificar Su Hijo para morir por mí, he llegado a reconocer la necesidad de ser menos egoísta. La verdad es que, si me dejaran a mis propias inclinaciones, pasaría la vida haciendo todo aquello que me agrada a mí. Iría a donde yo quisiera, cuando yo quisiera y haría lo que yo quisiera sin tener en cuenta a los demás. En lugar de crear un hogar y una vida para mi esposo, hijos y nietos, haría el hogar y la vida que mejor se adaptaran a mí misma. Me sentiría abrumada por mis adicciones (la comida) y mis inclinaciones (el control). Cantar en el grupo de adoración, enseñar clases de Biblia a los niños pequeños y servir en el ministerio de mujeres en mi iglesia no tendría sentido. Ministerios cercanos y queridos para mí como Ciudad de Ángeles y el Ministerio Hermana Rosa de Hierro serían intrascendentes. Mi trabajo, mi vida social y mis pasatiempos se centrarían únicamente en mi propio beneficio y no en cómo puedo hacer esas cosas para servir a los demás.
Para ello, confío en gran medida en mi relación con Dios. He llegado a apreciar que mi relación con Dios me mantiene enfocada en lo que realmente importa. Me mantiene cimentada en cosas más santas y garantiza que esas cosas tengan prioridad porque “el que va tras la justicia y el amor halla vida, justicia y honra” (Pr. 21:21).
A través de Jesús, he llegado a conocer a Dios más libre e íntimamente. Valoro mi relación con Jesús porque, sin Él, no conocería a Dios. Jesús dijo: “el Padre está en mí y yo estoy en el Padre” (Jn. 10:38), de modo que conocer a Jesús es conocer a Dios. Personalmente, no sé quién sería de otro modo. Lauren Daigle expresa bellamente en su canción: “Thank God I Do [Gracias a Dios, lo sé]”, el valor de conocer a Jesús:
Eres mi lugar seguro, mi escondite
Eres mi ancla, mi gracia salvadora
Eres mi constante, mi estabilidad
Eres mi refugio, mi oxígeno
No sé quién sería si no te conociera, probablemente caería al abismo.
No sé adónde iría si alguna vez me dejaras ir, así que mantenme en Tus manos.
No sé quién sería si no te conociera. Gracias a Dios, lo sé.
Es por Jesús que podemos afirmar la posibilidad de que todos “tengan vida y la tengan en abundancia” (Jn, 10:10 NVI). ¡La vida abunda gracias a Jesús! Disfruto ese pensamiento porque significa que aunque no todo es siempre bueno en la vida, la vida es siempre buena. Y porque tengo una relación con Dios, puedo sentirme menos estresada cuando la vida va mal. ¡De verdad lo intento!
“Estén siempre alegres. No cesen de orar. Manténganse en constante acción de gracias, porque esto es lo que Dios quiere de ustedes como cristianos” (1 Ts. 5:16-18 BLPH).
Como en cualquier relación valiosa, debemos ser conscientes de lo que es necesario para mantener la relación fuerte. Crezco espiritualmente cuando busco a diario conocer mejor a Dios. Mis estudios bíblicos, mi tiempo de oración y mis relaciones con otras mujeres de Dios me ayudan a fomentar mi relación con Él (1 Ti. 4:13-16; Tit. 2:3-5; Sal. 119:1-2; Sal. 18:6; Sal. 15:29). Y he descubierto que cuanto menos tiempo dedico a fomentar mi relación con Dios, más probable es que mi vida se complique, o al menos, más probables es que sienta ansiedad por esas complicaciones. Al fin y al cabo, es una estrategia del enemigo para distraerme de crecer en mi relación con Dios. Dios es digno de mucho más en nuestra relación que de que nos preocupemos por la vida. Y ningún problema humano es mayor que el poder de Dios para superarlo.
“Nada en los asuntos de los hombres es digno de gran ansiedad.” (Platón)
¿Qué pasos vas a dar para acercarte a Jesús? ¿Y por tanto a Dios?
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Escrito por Wendy Neill, Coordinadora de avance para el Ministerio Hermana Rosa de Hierro en Arkansas
La Biblia entera es la historia de nuestra relación con Dios. En el principio, Él formó un mundo perfecto, después creó un hombre y una mujer para que se multiplicaran, gobernaran sobre el mundo y caminaran en una relación con Dios. Pero ellos le engañaron y liberaron el mal en el mundo. Dios tuvo que desterrarlos del Jardín del Edén y Su relación con ellos quedó dañada.
A lo largo del Antiguo Testamento, vemos el ciclo de traición y restauración entre Dios y Su pueblo. Dios les dio leyes específicas sobre sacrificios para expiar sus pecados y que la relación pudiera continuar. Esos sacrificios sólo cubrían los pecados ya cometidos, no futuros pecados, por lo que tenían que regresar continuamente a ofrecer sacrificios de nuevo. Con el tiempo, el pueblo de Dios, dejo de molestarse en ello. Comenzaron a adorar otros dioses y perdieron completamente la pista de la Ley de Dios. En 2 Crónicas 34:14-21, el sacerdote Hilcías tropezó con el Libro de la Ley mientras sacaba los fondos para reparar el templo. Casi puedo imaginármelo en el almacén de un templo quitando el polvo de un libro viejo en el estante.
Para tener una idea de lo mal que estaban las cosas entre Dios y Su pueblo, lee Ezequiel 16. Dios dijo que estaba harto de Su “esposa” que se comportaba como una prostituta, y que iba a dejar que sus amantes la destruyeran (lo que se cumplió con la caída de Jerusalén en el año 586 a.C.). Pero incluso al final de ese escalofriante capítulo, Dios dice: “Sin embargo, yo sí me acordaré del pacto que hice contigo en los días de tu adolescencia, y estableceré contigo un pacto eterno” (Ez. 16:60 NVI).
No sólo Israel estaba alejado de Dios. Todos estábamos alejados de Él: “pues todos han pecado y están privados de la gloria de Dios” (Ro. 3:23). Dios envió a Su Hijo para re-establecer ese pacto eterno y restaurar nuestra relación con Él.
Y él murió por todos, para que los que viven ya no vivan para sí, sino para el que murió por ellos y fue resucitado... Todo esto proviene de Dios, quien por medio de Cristo nos reconcilió consigo mismo y nos dio el ministerio de la reconciliación. Esto es, que en Cristo, Dios estaba reconciliando al mundo consigo mismo, no tomándole en cuenta sus pecados. (2 Co. 5:15, 18-19a NVI)
¡Estoy tan agradecida de vivir a este lado de la cruz y conocer la gracia salvadora de Jesús! Puedo tener una relación restaurada con Dios por el supremo sacrificio de Cristo. Todo el pecado pasado y futuro está cubierto si permanezco en Él. Pero esto no acaba aquí. Leamos los siguientes versículos.
Y [nos encargó] a nosotros el mensaje de la reconciliación. Así que somos embajadores de Cristo, como si Dios los exhortara a ustedes por medio de nosotros: «En nombre de Cristo les rogamos que se reconcilien con Dios». Al que no cometió pecado alguno, por nosotros Dios lo trató como pecador, para que en él recibiéramos la justicia de Dios. (2 Co. 5:19b-21)
Pablo está hablando de sí mismo y de sus compañeros maestros, pero también nosotros podemos compartir este mensaje de reconciliación con los que están a nuestro alrededor. ¡Este es el evangelio, las buenas noticias! Ya no tenemos que temer la ira de Dios si permanecemos en Cristo. En el último capítulo de la Biblia, encontramos que podemos vivir con Dios de nuevo en una relación perfecta, libre de pecado:
Ya no habrá maldición. El trono de Dios y del Cordero estará en la ciudad. Sus siervos lo adorarán; lo verán cara a cara y llevarán su nombre en la frente. (Ap. 22:3-4)
El tema de nuestro blog este año ha sido “Enseñando y aprendiendo a través de las relaciones”. ¿Cómo puedes regocijarte y enseñar a otras esta semana acerca de nuestra relación con Dios restaurada a través de Cristo?