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Un estado de paz en la mano derecha de Dios viene cuando confiamos en su provisión. Dios dio a mi familia un ejemplo concreto de eso cuando estaba en la escuela secundaria…

Mi papá perdió su trabajo con una gran bajada de la economía después de haber trabajado en la misma compañía por catorce años. Todos estuvimos en shock y su búsqueda de trabajo tardó un año y medio.

Mientras tanto, mi mamá volvió a certificarse y aceptó un trabajo como maestra de niños especiales en una escuela medio-peligrosa. Mis hermanas y yo rotamos las responsabilidades de la casa: cocinar, limpiar, etc. Y todos nos limitamos en los gastos en lo que pudimos.

La provisión de Dios fue asombrador y maravilloso.

Durante el año y medio estresante, pero gozoso, depósitos anónimos aparecieron en la cuenta bancaria, hermanos de la iglesia nos invitaron a cenar – toda y cada una de nuestras necesidades fueron cumplidas.

Siempre a pie como maestra, mi mamá puso mucho cuidado en sus zapatos para que le duraran. Una tarde, después de las clases, ella llevó sus zapatos agotados al zapatero para que se los arreglara. Quería sacar todo el provecho de esos zapatos que pudiera.

“Señora, puedo coserlos por acá, pero se te van a romper por aquí. Puedo pegar estar parte, pero no se te va a quedar bien. Lamento que ya no hay más nada que puedo hacer para rescatar estos zapatos. Creo que ya te toca comprar unos nuevos.”

Mamá volvió al carro donde nosotras la esperamos. “Chicas, ya se nos van a acabar los cuarenta años en el desierto. Dios prometió a los israelitas que no se les desgastarán los calzados (Deut. 29:5). Mis zapatos ya están desgastados, así que ya le toca a tu papá conseguir trabajo.”

Un mes después, así fue.

Tan pronto como mi papá consiguió trabajo, cada una de mis hermanas creció un montón (tenían 14, 12 y 6 años en ese tiempo). Yo me fui para la universidad, y mi mamá compró un nuevo par de zapatos para estar de pie todo el día enseñando.

La provisión de Dios es perfecta – a su manera y en su tiempo. Podemos descansar, confiados en paz en la mano derecha de Dios.

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