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Escrito por Kat Bittner, voluntaria y miembro de la Junta del Ministerio Hermana Rosa de Hierro en Colorado 2023 3 Kat Bittner

Ayúdense unos a otros a llevar sus cargas, y así cumplirán la ley de Cristo.” (Gal. 6:2 NVI).

“Una verdadera relación son dos personas imperfectas que se niegan a darse por vencidas la una de la otra” (Desconocido). Esa no podría ser una descripción más adecuada para nosotras como seres humanos en relaciones con otros. Las relaciones suelen ser difíciles. Requieren un gran compromiso y esfuerzo de nuestra parte para que sean mínimamente satisfactorias. Nuestra naturaleza pecaminosa, revestida de deseo egoísta, a menudo nos impide trabajar en las relaciones como deberíamos. Pero como cualquier otra cosa buena en la vida, debemos asegurarnos de que Dios esté al frente de nuestras relaciones y que Él sea la razón por la que hacemos lo que hacemos. “Hagan lo que hagan, trabajen de buena gana, como para el Señor y no como para nadie en este mundo” (Col. 3:23).

Dios diseñó la relación, y la diseñó para que fuera un esfuerzo recíproco; cada persona aporta algo a la relación que es igualmente satisfactoria. En consecuencia, las mejores relaciones están envueltas en un amor común (1 Co. 13, 4-7). Las mejores relaciones nos edifican en lugar de derribarnos (1 Tes. 5:11). Las mejores relaciones son las relaciones cargadas.

Las relaciones con cargas son aquellas que implican una dependencia mutua. Deberíamos depender de los demás (seguramente de nuestras hermanas en Cristo) para varias cosas. Nos necesitamos unas a otras para guiarnos como “El perfume y el incienso alegran el corazón, y el dulce consejo de un amigo es mejor que la confianza propia,” y “Como el hierro se afila con hierro, así un amigo se afila con su amigo.” (Prov. 27:9,17 NTV). Nos necesitamos unas a otras para la restauración espiritual, hermanas, si otro creyente está dominado por algún pecado, ustedes, que son espirituales, deberían ayudarlo a volver al camino recto con ternura y humildad.” (Gal. 6:1 NTV). Nos necesitamos unas a otras para recibir instrucción sobre cómo vivir como mujeres cristianas (Tito 2:3-5).

Quizás lo más importante que podemos hacer unas por otras como hermanas en Cristo es compartir las cosas que nos estorban o nos afligen. El pecado y las luchas de la vida pueden abrumarnos con una pesadumbre extrema. Las cosas pesadas de la vida pueden desalentar y debilitar nuestro estado espiritual. Nunca debemos apenarnos o avergonzarnos de compartir esas cosas que pesan mucho en nuestros corazones. El dicho “la fuerza está en los números” es muy cierto, especialmente cuando se trata de nuestra salud espiritual. El autor de Eclesiastés proclama que “Más valen dos que uno, porque obtienen más fruto de su esfuerzo …y, ¡La cuerda de tres hilos no se rompe fácilmente!” (Ecl. 4:9,12 NVI).

No podemos hacer la vida posible de ninguna manera sin relaciones sólidas. Debemos estar dispuestas a compartir nuestras cargas con nuestras hermanas en Cristo. Al hacerlo, les brindamos la poderosa curación que proviene de la oración, animándolas así a tener una fe mejor y más fuerte. “oren los unos por los otros, para que sean sanados. La oración ferviente de una persona justa tiene mucho poder y da resultados maravillosos” (Stgo 5:16, NTV).

Nuestras cargas deben ser asumidas por los demás para que la fe pueda alcanzar su logro supremo. La fe se fortalece cuando nuestras relaciones entre nosotras imitan mejor nuestra relación con Dios. Cuando nuestras relaciones entre nosotras son más auténticas, transparentes y perseverantes, podemos sobrellevar mejor la pesadez que la vida nos trae, a nosotras y a las demás. Asumir nuestras cargas unas con otras es un elemento clave para construir buenas relaciones porque también demuestra abnegación. Y verdaderamente vivimos según los principios de la enseñanza de Jesús cuando nos humillamos lo suficiente como para llevar desinteresadamente las cargas de las demás (Fil. 2:3, Rom. 13:8; Gal. 5:13; 2 Jn. 1:6). Aún más maravilloso es que Jesús también puede llevar nuestras cargas. De hecho, Él lo espera de nosotras. Aquel cuya carga es ligera nos pide que le llevemos nuestras cargas. «Vengan a mí todos los que están cansados y llevan cargas pesadas …. Porque mi yugo es suave y mi carga es liviana»” (Mat. 11:28,30 NVI).

Hermanas, no podemos darnos el lujo de estar estancadas o egocéntricas en nuestras relaciones. Las buenas relaciones requieren esfuerzo y perseverancia. Debemos comprometernos a trabajar desinteresadamente en nuestras relaciones si queremos agradar a Dios. Las relaciones pueden alimentar nuestra fe porque requieren negarse a renunciar la una a la otra tal como Dios se niega a renunciar a nosotros. Dios “te ha escogido y no te desechará” (Is. 41:9 NTV). Una relación con cargas demuestra una obra fiel. ¡Es una buena cosa! ¿Cómo serás cargada por tus relaciones?

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