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2022 02 08 Ana Alfaro Escrito por Ana Alfaro, voluntaria del Ministerio Hermana Rosa de Hierro en El Salvador

Daniel era un joven adolescente, príncipe de Judá, llevado cautivo por Nabucodonosor el rey de Babilonia. Su nombre fue cambiado a Beltsasar (Dn.1:7). Daniel, a pesar de su juventud, mostró ser un joven determinado con carácter y fuerte convicción. Mantuvo una vida consagrada y de constante oración a Dios, lo que originó muchos celos y envidias por los que estaban en su entorno.

Daniel, estudiando el libro de Jeremías, aprendió que la destrucción de Jerusalén estaba llegando a su fin (Dn.1:2) y decidió ayunar vistiéndose de cilicio y, sentado sobre ceniza, orar a Dios.

Daniel llegó a Dios con súplica y ruegos, confesando sus pecados y los pecados del pueblo, mostrando con ello humildad y vergüenza por haber desobedecido a Dios y apartarse de Sus mandamientos (Dn. 9:4-6). La iniquidad, la rebeldía, la desobediencia, eran pecados que Judá y Jerusalén cometieron contra Dios cuando no obedecieron a los siervos de Dios (los profetas).

“Hemos pecado, hemos cometido iniquidad, hemos actuado impíamente, hemos sido rebeldes y nos hemos apartado de tus mandamientos y de tus ordenanzas. No hemos obedecido a tus siervos los profetas, que en tu nombre hablaron a nuestros reyes, a nuestros príncipes, a nuestros padres y a todo el pueblo de la tierra.” (Dn. 9:5-6)

El pecado acarrea vergüenza, dolor y la separación de la presencia de Dios dejándonos solas, tristes y desamparadas… a merced de Satanás. Daniel conocía lo que Dios había hecho con sus antepasados (Dn. 9:15). Lo que había hecho con él y los jóvenes que también fueron llevado prisioneros (Dn.3 y Dn.6). Daniel tenía plena confianza en Dios.
Por ello dice: Dios grande, digno de ser temido. Daniel reconoció la misericordia de Dios, Su justicia, Su fidelidad (Dn. 9:4,7 y 9); Daniel buscó con ruego la misericordia de Dios para que Su ira no caiga sobre Jerusalén (Dn. 9:16-19).

“Oh Señor, según todas tus justicias, apártese ahora tu ira y tu furor de sobre tu ciudad Jerusalén, tu santo monte; porque a causa de nuestros pecados, y por la maldad de nuestros padres, Jerusalén y todo tu pueblo es dado en vergüenza a todos nuestros alrededores. Ahora pues, Dios nuestro, oye la oración de tu siervo, y sus ruegos, y haz que tu rostro resplandezca sobre tu santuario asolado, por el Señor. Inclina, oh Dios mío, tu oído, y oye; abre tus ojos, y mira nuestros asolamientos, y la ciudad sobre la cual es llamado tu Nombre; porque no derramamos nuestros ruegos ante tu presencia confiados en nuestras justicias, sino en tus muchas misericordias. Oye, Señor. Perdona Señor. Está atento, Señor, y haz; no pongas dilación, por ti mismo, Dios mío; porque tu Nombre es llamado sobre tu ciudad y sobre tu pueblo.”

Como Daniel, nosotros debemos aprender a conocer las cualidades de Dios para poder llegar confiadamente sabiendo que, si mostramos verdadero arrepentimiento, Él nos escuchará, nos perdonará, nos restaurará. “Si confesamos nuestros pecados, Dios, que es fiel y justo, nos los perdonará y nos limpiará de toda maldad” (1 Jn. 1:9).  La respuesta de parte de Dios para Daniel era pronta, no se hizo esperar.

“Aún estaba hablando, y orando, y confesando mi pecado y el pecado de mi pueblo Israel, y derramaba mi ruego delante del SEÑOR mi Dios por el monte santo de mi Dios; aún estaba hablando en oración, y aquel varón Gabriel, al cual había visto en visión al principio, volando con vuelo, me tocó como a la hora del sacrificio de la tarde. Y me hizo entender, y habló conmigo, y dijo: Daniel, ahora he salido para hacerte entender la declaración. Al principio de tus ruegos salió la palabra, y yo he venido para enseñártela, porque tú eres varón de deseos. Entiende, pues, la palabra, y entiende la visión."(Dn. 9:20-23)

La fiel oración de Daniel permitió que Dios le contestara pronto. Dios sigue escuchando las oraciones fervientes de Sus hijos cuando se le ama y se le busca de todo corazón; sin embargo, no se debe olvidar que toda transgresión a Su palabra tiene consecuencia.
Debemos confiar en Su amor, Su misericordia, Su fidelidad, cuando hemos pecado y acercarnos con una actitud de humildad, confesando el o los pecados que cometemos.

Como Daniel, debemos tener determinación al orar a Dios; tener una vida de continua oración, confiar en Sus misericordias, amarle para ser escuchadas en la hora de la tribulación, teniendo respuesta a nuestra súplica y aceptando la voluntad de Dios.

Dios les bendiga y nos permita seguir aprendiendo cada día más de Su Palabra.

 

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