Los israelitas eran una nación rebelde. Sirvieron a otros dioses y siguieron un camino de infidelidad adúltera.
En el libro de Jeremías, Dios habla con su pueblo a través del profeta Jeremías para recordarles que Él no se ha olvidado de ellos. En el capítulo 29, Jeremías escribe una carta a las personas en el exilio en Babilonia. Es en ese contexto histórico que encontramos la promesa que se cita frecuentemente de una esperanza y un futuro.
Porque yo sé muy bien los planes que tengo para ustedes —afirma el Señor —, planes de bienestar y no de calamidad, a fin de darles un futuro y una esperanza. (Jeremías 29:11)
Y aunque el tiempo en Babilona fue una forma de disciplina por la infidelidad de Israel, presenta una oportunidad de compartir con otras naciones más directamente sobre quien es Dios e invitarlas a una relación con el Dios soberano.
¿Recuerdas a Daniel y sus amigos? Dieron tremendo testimonio a las naciones babilonias y medo-persas. En medio de sus circunstancias difíciles, mantuvieron su fe en Dios. Pusieron su fe en Dios más que en el futuro que esperaban.
Dios tiene planes para darnos un futuro y una esperanza porque ese futuro y la esperanza verdadera sólo se encuentran en Él.
Tal como les pasó a Daniel y sus amigos, muchas veces no se presenta el futuro de la forma que quisiéramos. Pero, al fin y al cabo, Dios está en control. Sea lo que se presente en nuestra vida… como una consecuencia de nuestras acciones, una forma de disciplina, el producto de nuestras decisiones o el diseño de Dios, lo que más importa recordar es que Dios tiene un plan, un plan para darnos esperanza y un futuro, en Él. La esperanza se encuentra en Él y el futuro también.
El plan de Dios es divino, infinito, supremo y la fuente de esperanza porque Él es todas esas cosas. Pongamos nuestra fe en un futuro redimido porque en Él se encuentra la mejor esperanza y un buen futuro.
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