Hace años, mi abuelo escribió un libro que titula, El Poder de la Oración. Él y muchos otros en mi vida, creaban un ambiente que valoraba y enfatizaba el poder de la oración.
La oración es una de los intangibles que nuestras mentes no pueden conceptualizar. Cuando yo era adolescente, leí algunos libros del autor Frank Peretti sobre la guerra espiritual. Ilustra cómo el poder de la oración tiene un impacto directo en las regiones celestes. Por ende, impacta nuestras vidas en las regiones físicas. Su narrativa, aunque sea de ficción, nos da más entendimiento del mundo que no podemos ver con nuestros ojos ni comprender totalmente. Reconocemos que sus libros demuestran una perspectiva del concepto que se afirma en Efesios 6:10-18.
Vamos a ver cómo la traducción Nueva Biblia Latinoamericana de Hoy declara esa verdad en Efesios 6:12.
Porque nuestra lucha no es contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los poderes (gobernantes) de este mundo de tinieblas, contra las fuerzas espirituales de maldad en las regiones celestes.
Es una lucha y una batalla. Cada año, durante el mes de oración, los ataques de Satanás parecen ser más fuertes, de una forma personal, como ministerio, y en otros sentidos.
Sin embargo, no debemos sorprendernos. Estamos llevando la batalla a la puerta del acusador y le estamos recordando (y a nosotros mismos) que él no está en control. Dios lo es. No vamos a dejarnos caer en las trampas de desánimo, frustración, falta de fe, distracción ni cualquier otra herramienta que él quiera usar. Al contrario, miremos a Dios, nos acerquemos a Él y depositamos todas nuestras cargas en Sus manos capaces, agradeciéndole por lo que ya ha hecho.
La oración se trata de una relación, pero también está basada en el creer y el enfoque. La parábola de la viuda insistente (Lc. 18:1-8) nos recuerda que siempre debemos ir al que tiene el poder para hacer algo al respecto. Y que todo se centra en la fe:
No obstante, cuando el Hijo del Hombre venga, ¿hallará fe[c]en la tierra?” (Lc. 18:8b)
La fe, expresada de parte de otros, es una de las facetas más poderosas de la oración que jamás he experimentado. A través de la oración, nos acercamos en nuestra relación con Dios y también las relaciones los unos con los otros.
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Cuando vamos a Dios de parte de otra persona, nos une de una forma que sólo Dios puede facilitar. Y cuando nosotros somos los que están siendo levantados en oración, se alivia la carga de nuestros corazones y espíritus. Casi de una forma tangible, sentimos nuestros brazos y pies siendo levantados, un peso que se quitó de encima, y así podemos tomar el siguiente paso adelante en fe.
Gracias por acompañar al Ministerio Hermana Rosa de Hierro en oración este mes. Estamos unidos en oración en medio de cualquier batalla espiritual que enfrentemos. Sabemos y confiamos que Dios está en control. Gracias por levantarnos a Él. Y queremos que sepan que les estamos levantando en oración también.